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Extra

Tras terminar la preparatoria consiguió un empleo como repartidor que un compañero de clase le recomendó.

Aquel no fue su primer trabajo, pues tras el abandono de su padre no le quedó más que ayudar con los gastos del hogar cuando el sueldo de su madre fue insuficiente para solventarlos todos.

No le molestaba, porque aunque lo hiciera no era capaz de abandonar a su madre y hermanita como lo hizo "ese hombre".

Ahora tenía una responsabilidad con ellas, convirtiéndose en parte del sostén de su familia. Y bueno, ¿quién necesitaba la universidad con sus horarios dispares que apenas le hubiesen dado tiempo a tener un empleo decente?

Era mejor así. Lo primero era el dinero, ya después hallaría el modo de tener estudios superiores en un corto tiempo. Quizá cuando Juleka terminase los suyos. Aún era joven, podía darse ese lujo. Aunque igual y la vida laboral le gustaba más y dejaba aquella idea de lado. Ya el tiempo lo diría.

Por lo pronto, optó por utilizar el dinero que su madre le obsequió tras graduarse para comprarse una bicicleta en la cual pudiera trasladarse. Fue una buena inversión que le sirvió bastante a la hora del trabajo.

Probablemente una motocicleta hubiese sido una mejor idea, pero ya ahorraría para costearse algo como eso después.

La agencia de repartidores donde le contrataron apenas y le pidió información detallada. Tal parecía que su forma de trabajo era muy ajetreada, por lo que veía a personas ir y venir del lugar con paquetes o direcciones de locales a los cuales acudir.

Ni siquiera le explicaron adecuadamente las reglas o la forma en que debía manejarse con las personas a las que atendería. Sólo le dieron un horario de trabajo y le dijeron que preguntara a Théo por cualquier duda.

Ni siquiera sabía quién rayos era Théo, pero no tuvo que preguntárselo por mucho tiempo, ya que se encontró con él ese mismo día cerca del anochecer.

El sujeto en cuestión era mayor por un par de años y lucía como un vago. Lo halló fumando afuera del trabajo cuando su turno terminó.

Por ese entonces, todavía no daba su último estirón, así que el tipo le llevaba poco más de media cabeza. Su primer pensamiento fue que era inútilmente alto.

Pasó de él sin prestarle mucha atención, rodando su bicicleta hacia la calle para volver a casa. Al menos, hasta que él le dirigió la palabra.

—Eres el novato, ¿verdad? —Se detuvo al oírlo, mas no se giró a verle—. Escuché que te equivocaste de dirección y te perdiste —rio bajo, de un modo seco que le provocó molestia a Luka—. Si necesitas ayuda, dímelo. Soy Théo, por cierto. ¿Quieres un cigarro?

Couffaine se volvió ligeramente para mirarlo. El castaño le extendía la cajetilla con languidez mientras conservaba esa sonrisa burlona en los labios.

Fijó la vista de nuevo al frente y emprendió camino sin prestarle más atención.

—No fumo, gracias —fue lo único que respondió, no esperando una contestación por parte del otro.

Aun así, fue capaz de oírle echarse otra risilla y un comentario que aún recordaba a pesar de los años.

—Todos lo hacen en algún momento. Ya sea por gusto, estrés o la simple experiencia. Ve con cuidado, niño.

Jamás se lo mencionó, pero le molestaba bastante que le llamase niño en un principio.

Ice cream shop (Lukadrien)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora