Bitter syrup

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La música baja de esa noche era fuertemente acallada por las voces desafinadas de los borrachos que intentaban atinar una sola nota, fallando estrepitosamente. 

No pudo evitar soltar una risilla baja cuando vio a uno caer de su silla tras quedarse dormido. No habían pasado más que días desde que consiguió aquel empleo de medio tiempo, pero no se aburría en lo absoluto con las rencillas y torpezas de los ebrios que acudían al bar. 

Fue una fortuna que Théo le consiguiera el trabajo tan rápido como le pidió investigar. Creía saber la razón de su buena conducta hacia él los últimos tiempos, pero prefería hacer como que no se daba cuenta, sobre todo porque valoraba su amistad bastante y no quería darle un ultimátum que los volviera a distanciar. 

Echó un vistazo al vaso de cristal que estaba limpiando, asegurándose de haberlo hecho correctamente. Sonrió al notar que todo lucía bien antes de dirigirse a las copas y comenzar a hacer lo mismo. 

Sí, quizá no era el mejor trabajo del mundo ni el más divertido, pero había hecho cuentas y, hasta el día del cumpleaños de Adrien, al menos podría costearse una cena cara. Tal vez le sobraría algo de dinero para comprarle algún presente barato. 

La felicidad que le abordaba al pensar en ello era lo que le hacía esforzarse hasta el cansancio. Estaba seguro de que la sonrisa de Adrien lo valdría todo al final. 

Comenzó a tararear bajo, repentinamente más motivado. Le era increíble lo que el sólo pensamiento de Adrien producía en él. Había caído por el rubio como un adolescente enamorado y no se arrepentía en lo más mínimo por ello. 

Continuó con su labor con positivismo, atendiendo a los borrachos con la misma sonrisa inalterable que solía ostentar en la heladería. No era tan diferente, salvo por el ambiente, pero tomar los pedidos y entregarlos era básicamente lo mismo para Luka. 

—Este niño está enamorado —escuchó a uno de los ebrios hablarle a otro de forma atropellada, arrastrando las palabras mientras tenía una mirada pérdida en el rostro. 

Su compañero le ignoró, mantenía su cabeza recostada en la barra y, si Luka no supiera que se había quedado dormido, hubiese pensado que estaba muerto. 

—¿Niño? —Fue lo único que susurró el azabache en cambio. Sí, quizá todavía era joven, pero de ahí a creer que entraba en la categoría de un niño. 

Optó por no tomarle importancia, para esos hombres que podían tener entre cuarenta y cincuenta años tal vez lucía como un niño. No podía culparlos y tampoco quería discutir al respecto. 

—Te tiene loco, ¿verdad? —El hombre rio y Luka se limitó a sonreírle como a los clientes habituales. 

En los pocos días que había asistido al bar, se percató de que algunas personas sólo querían charlar de lo que sea mientras el alcohol hacía efecto en su sistema. Sabía que muchos se desinhibían y la boca no les paraba para hablar, lo que lejos de molestarle, muchas veces le divertía.

Él no solía tomar hasta ese punto, pero las pocas veces que lo había hecho sólo tuvo ganas de dormir. Recordaba una experiencia en que estuvo a punto de tener sexo con un tipo al que conoció en un bar, pero terminó quedándose dormido antes de la acción. El sujeto le echó de su casa al día siguiente, alegando que no quería volver a verlo. 

El alcohol le volvía perezoso. Tendría que acordarse de no beber demasiado con Adrien en el futuro, no quería que descubriera esa faceta de él que no creía que fuese nada atractiva. Y, ahora que lo pensaba, le había prometido que le llevaría a beber su primera cerveza cuando tuviese la edad suficiente. 

Ice cream shop (Lukadrien)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora