Snowball

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Extra

—¡Estás siendo un idiota y te vas a arrepentir!

—¡Cómo si fuera a hacerlo!

—¡Te lo advierto! Si te vas ahora... no permitiré que regreses. No seremos tu plan de contingencia. ¡Estarás muerto para nosotros! 

Los gritos, las ofensas, la voz entrecortada de su madre... no era la primera vez que les oía discutir, pero algo en esa conversación era diferente, podía sentirlo, podía palpar el aire de cambio que corría por la casa. 

"No lo hará", pensó con inocencia, deseando creer en ese hombre amable que conocía de toda la vida. Ese que le enseñó a tocar un instrumento, el que le animaba en sus momentos tristes y le cantaba canciones de cuna para dormir. 

Sí, quizá no fuese la persona más responsable, pero los quería, sabía que los amaba, era su padre después de todo. Él no iba a abandonarlos, ¿verdad?

Echó un vistazo a la habitación que ambos adultos compartían cuando vio a su madre salir de esta con lágrimas en los ojos. Quería decirle que todo estaba bien y que no se preocupara porque su padre era el mejor hombre que conocía, sin embargo, no se atrevió a seguirla y optó por hablar con aquel padre que tanto quería. 

Seguramente, sólo fue la pelea del momento y, tras hablar con él, le diría que no iría a ninguna parte y sólo intentaba hacer enfadar a su madre. Él solía ser así. Nunca entendió porque le gustaba retar a la mujer, pero, después de hacerla enfadar, solía recompensarla con un obsequio y una disculpa sincera. Su madre no permanecía enojada por mucho luego de eso. 

Esta vez, era algo parecido. Estaba muy seguro. 

Entró a la recámara en silencio, notando la alta figura del hombre que guardaba sus pertenencias en un par de maletas. Ni siquiera notó que estaba allí hasta que le habló con calma. Su padre se volvió a él y, por un momento, creyó ver un matiz de culpabilidad en sus ojos, pero este fue rápidamente reemplazado por una mirada jovial, de esas que ponía cuando estaba a punto de bromear. 

—¡Eh! ¿Qué pasa, Luk? ¿Mamá te despertó con sus gritos? —Rio—. Vuelve a la cama, hijo. Mañana tienes escuela. 

No pudo evitar sonreír aliviado al oírlo. Sonaba igual que siempre, como si fuese a encontrarlo al día siguiente en el desayuno viendo ese canal de música que tanto le gustaba. 

Todo estaba bien. Su padre no iría a ningún lado.

Caminó hacia él y lo envolvió en un abrazo que tomó desprevenido al mayor. Tardó un poco en sentirle corresponder el gesto, pero lo hizo de todas formas, como siempre, como era usual. 

 —No vas a irte, ¿verdad? —Inquirió, deseando la seguridad que todo niño anhela de sus padres, esa de que todo estará bien sin importar qué. 

El hombre no respondió de inmediato y sólo le sintió acariciar su pelo y espalda con cariño, pero con cierta vacilación que le puso nervioso. Aun así, quería confiar en él, quería darle una oportunidad porque su padre siempre decía que errar era humano y no se debían negar las segundas oportunidades. 

—¿Papá?

Le oyó suspirar antes de verle acuclillarse a su altura mientras le miraba de ese modo en que sabía que estaba orgulloso de él, de una forma amable y cariñosa, acompañada de una sonrisa tranquila. 

—¿Qué es lo que siempre te digo, Luk? Que nunca, jamás debes renunciar a tus sueños, ¿recuerdas?

El niño asintió, advirtiendo un mal presentimiento alojarse en su estómago y su corazón latir aprisa, ansioso. 

Ice cream shop (Lukadrien)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora