8. Culpables.

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El plan de mi padre fue un éxito

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El plan de mi padre fue un éxito.

No solo consiguió recuperar Kara, sino que además, permitió que las tropas de Teorvek salieran todas ilesas.

Ante el temor de ellos, nosotros sucumbimos a la empatía, un engaño total para las personas del reino vecino.

Desafortunados eran por tener a un rey como Esneg quien era un cobarde.

Después de que perdiera la memoria se convirtió en un inútil. Ya ni siquiera podía dirigir un ejército para por lo menos protegerse. Lo que hacía ahora era huir. Y eso, por algún motivo me hizo engrandecer.

Habían pasado unos dos meses desde que hablé con Zov en la feria, y desistí de hablar con su madre.

Al tener una ventaja, mi padre le dio tiempo a Esneg de pensar en si quería defenderse tomando la decisión de devolvernos el ataque o de una buena vez arriesgarse a pedir la paz.

La espera no fue angustiosa. Había dos cartas en la mesa, para nosotros. Una ocultaba un juego que lo mataría, en cambio la otra tenía una muerte segura.

Quizá Esneg no fuera tan tonto para tomar la segunda carta. Ese sería su movimiento más inteligente. Pero para nosotros la victoria estaba dada de cualquier forma. Esneg debía elegir aun teniendo en las dos cartas la muerte. Y cuando eso ocurriera, nosotros tendríamos el terreno libre para comenzar a minarlo de trampas.

Mientras yo, por otra parte, fui tras los pasos de Zov.

Contraté a una de las Rosas para que me trajera información sobre los hábitos recientes en la vida diaria del príncipe. Tuve que ser cauteloso porque no podía dejar que Vania sospechara.

Estaba muy seguro de que evitaría un ataque en su contra.

A consecuencia de mi decisión, Rosa me entregó un folio completo con imágenes y descripciones detalladas de los acontecimientos por los que Zov transcurría en esos tiempos.

El príncipe estaba deseando entrar a una academia de artes en la capital de Teorvek, la cual le quedaba muy cerca de casa. En ese mismo sitio Saeri también seguía clases de ballet, y al parecer el niño había sido influenciado por mi hermana.

También me enteré de que se encontraba estudiando el segundo año de preparatoria en la escuela nacional, y, por lo que leí, Zov poseía un gran intelecto y excelentes calificaciones.

Al costado de la hoja estaba un horario junto con fotografías de él realizando diferentes actividades. La hora donde entraba y salía de la escuela, cuánto tardaba en llegar a casa, las cosas que hacía en su tiempo libre y cuánto tiempo le dedicaba a ello. Tras pasar una hoja encontré la lista de unos compañeros de su escuela, pero ninguno estaba descrito como su amigo.

Justo ahí debí detenerme.

Tal vez retomar ese pensamiento que me decía que aquello era malo.

Apenas conseguí decidir que quería enterarme de la vida de Zov. Sin embargo, se sentía tan intrusivo conocerlo de aquella manera.

La danza del cisneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora