Capítulo 8

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Karsis despertó en aquella cómoda cama y se quedó ahí tras notar la ausencia de Márkov, pues no tenía nada más qué hacer, entonces comenzó a pensar en todo lo que sucedió el día anterior, incluyendo aquella noche en la que sus elecciones no fueron las más sensatas. Todo estaba mucho más claro en su mente, igual que la resignación a las consecuencias que sus actos trajeron consigo, realmente no quería sentirse mal por ello, se repetía una y otra vez que no era tan grave, que con suerte el resultado sería el mismo después de esperar unos meses.

Mientras más pensaba en ello, comenzó a hacer suposiciones como que, a pesar de las similitudes entre su especie y los humanos, podían no ser compatibles para procrear, o que quizá su cuerpo había sufrido cambios al tomar forma humana, impidiendo que se lograra un embarazo, pero incluso si sus deducciones eran ciertas, no podía comprobarlas y no iba a arriesgarse con la posibilidad de estar equivocado, solo quedaba volver a esperar, y al menos ahora estaba tranquilo después de que Márkov le aseguró no volver a echarle de su hogar.

Después de un rato decidió levantarse para ir a la cocina, al llegar bebió agua hasta saciarse, reparando en que Márkov tampoco estaba por ahí, supuso que habría salido, era común, solía marcharse algunas veces demasiado temprano y Karsis nunca se enteraba qué hacía, no solía interesarle demasiado.

Fue sorprendido por el cocinero que apareció de pronto dirigiéndole una mirada molesta, le disgustaba verle en la cocina, el menor lo sabía y de inmediato se disculpó diciendo que solo había ido a buscar agua, acabando por alejarse sin recibir una respuesta de su parte, siempre le había parecido un hombre sumamente serio, no recordaba haberlo escuchado llevar una conversación con alguien más en todo ese tiempo, solo se limitaba a dar respuestas breves y hacer preguntas sumamente necesarias cuando Márkov le daba alguna petición especial.

Con Karsis su poca paciencia salió a flote rápidamente, desde la primera vez que el chico se acercó pidiendo algo de comer, tal como Márkov le dijo que hiciera, sin ser capaz de especificar algún platillo, el cocinero decidió no volver a tomar en cuenta sus preferencias y se limitaba a prepararle las cosas sin hacer preguntas.

A pesar del aparente mal carácter del hombre, Karsis le estaba sumamente agradecido, pues era quien le alimentaba, además, cada cosa que le servía era deliciosa, así que trataba de molestarlo lo menos posible, incluso si eso significaba no entrar a la cocina en su presencia, o bien, pedirle cualquier cosa a una distancia prudente de su área de trabajo.

Tras retirarse rápidamente, se detuvo en medio del recibidor sin saber a dónde ir, miró hacia la sala pero realmente no deseaba sentarse a ver televisión, incluso si le parecía entretenido y novedoso, no tenía ánimo para ello, así que volteó en dirección al pasillo de las habitaciones, tampoco tenía sueño, había dormido mucho y no tenía nada qué hacer en su cuarto, mucho menos el de Márkov, quizá podía tomar una baño, entonces pensó en la alberca y la hermosa vista al mar que tenía desde ahí, finalmente decidió dirigirse a la terraza.

No acostumbraba a merodear demasiado en esa área de la casa, le generaba una sensación de nostalgia ver el mar a tan poca distancia, sin poder volver a él, pero aquella mañana necesitaba verlo al menos de lejos.

Afuera estaban dos hombres, tenían una conversación entre ellos que se detuvo al notar su presencia, entonces dirigieron toda su atención hacia él, aquello le hizo sentir incómodo, pero así era siempre que paseaba por los jardines donde también había personas cuidando el lugar. Se acercó despacio a la alberca y se sentó en la orilla metiendo tan solo sus pies, jamás había entrado completamente, no sabía si podía hacerlo y tampoco le preguntó a Márkov, ya era suficiente con su amabilidad en todo lo demás, desde la cómoda habitación que le asignó, la comida que podía pedir en cualquier momento del día, la ropa que si bien no era indispensable para él, lo agradecía considerando lo importante que parecía ser para los humanos, pues todos la usaban sin excepción, a esas alturas ya comprendía que era algo más que por costumbre, parecía tratarse de una norma social que no excluía a nadie.

Océano cautivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora