Capítulo 10

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Habían pasado ya un par de semanas desde que llegaron a la ciudad, el conflicto de la primera noche acabó en ese mismo momento, al día siguiente Karsis estaba más animado y no volvieron a tocar temas de conversación relacionados al pasado del menor, sin embargo, eso no significaba que Márkov lo hubiese olvidado, simplemente decidió retomarlo cuando fuese un mejor momento, incluso esperaba que Karsis diera el primer paso.

Aquella mañana Márkov había salido de casa tan temprano que ni siquiera le avisó a Karsis, había ocurrido un problema con un cargamento que sus empleados debían recibir por la noche, y debía solucionarlo personalmente. Sus actividades lucrativas no eran del todo legales, pero el poder que consiguió con esfuerzo e inteligencia le venía bastante bien.

Había aprendido de su padre todo sobre negocios, y no precisamente de una forma ética. También entendió a muy temprana edad que, si quería mantener el estilo de vida que siempre tuvo, debía buscar su propio camino. Finalmente había llegado a la sima sin hacer uso de la fortuna familiar, la cual tenía clausulas en las que jamás volvería a caer. El apellido Vissely había cambiado de rostro, cuando años atrás cualquiera al mencionarlo habría pensado en Antón, su padre, actualmente Márkov era el nombre que la mayoría asociaba, lo conocían como un hombre que era incluso más temido que su padre, esa sensación de superioridad fue un gran aliciente para mantener su interés en ese tipo de negocios que no cualquiera podía manejar.

Realmente Márkov no tenía rencor o resentimiento hacia su padre, no tenía motivos para ello, de hecho, podría decirse que tenían una relación agradable, y de cierta forma lo admiraba como el buen padre que fue durante el tiempo que debió serlo. Su problema radicaba en que Márkov no estaba de acuerdo con seguir sus normas y la única solución para quitarse de la sombra que generaba esa gran figura de autoridad, era convertirse en alguien que le igualara e incluso superara en todo al "gran" Antón Vissely, de ahí que naciera esa competitividad.


Karsis se encontraba solo al despertar, había aprendido a ver la hora en los relojes digitales de la casa, aunque los otros que Márkov llamaba analógicos eran muy complicados para él. Notó que no pasaban de las diez, así que fue a tomar un baño sin preocuparle demasiado la ausencia de Márkov, ya se comenzaba a acostumbrar, entendía que él salía para trabajar, aunque lo extrañaba demasiado en cada ausencia.

Siempre que estaba solo, Karsis aprovechaba para refrescarse y recuperar algo de humedad en su cuerpo, la cual estaba perdiendo diariamente en cantidades preocupantes, algunos días incluso se sentía débil, el clima de ese lugar era muy distinto al de la playa, el aire era seco, el calor abrumante, ni siquiera los ventiladores y aparatos que regulaban la temperatura dentro de la casa ayudaban a que se sintiera mejor, y por algún motivo, pasar horas dentro de la tina tampoco estaba siendo de gran utilidad, pero aún lograba controlar un poco sus niveles y detener esos síntomas, al menos lo suficiente para seguir fingiendo que nada pasaba y tratar de convencerse a sí mismo también.

Después del largo baño que tomó, decidió vestir algo ligero y dirigirse a la sala, pasó por la cocina, y tal como en la casa de la playa, aquí también habían empleados encargados de todo, en la cocina ya no era un hombre, sino una mujer, los empleados, incluyendo a la chica de cocina que era una chef con gran conocimiento en alimentos, eran mucho más amables con él, incluso los de seguridad, ya no sentía que las personas le veían extraño, y tampoco tenía miedo de cometer algún error que pudiese molestar a cualquiera de ellos.

Cuando llegó con la chef, ella se ofreció a prepararle el desayuno, pero Karsis declinó disculpándose, no tenía mucha hambre, en lugar de eso le pidió un cuenco con hielos y agua, era habitual que utilizara eso para mojar toallas con las que se refrescaba mientras hacía otras cosas que no le permitieran quedarse en la bañera.

Océano cautivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora