Capítulo 4

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Karsis no sabía qué hacer, por un instante sintió un escalofrío recorrerle que le hizo soltar lo que sostenía en ambas manos, se asustó pensando que había sido descubierto, pero cuando vio a Márkov alejarse sin señal de haberle visto, supuso que tal vez no le prestó mucha atención a su presencia, era probable, pues ni siquiera se inmutó, simplemente giró volviendo a entrar en su hogar, tal vez solo salió a tomar aire fresco, él se encontraba demasiado abajo quizá fuera de su campo de visión.

Esperó un momento por si acaso, cuando terminó de anochecer por completo sintió que era seguro volver a su refugio, aún debía cenar, pues esos días no había tenido mucha suerte encontrando alimentos y eso sería lo único que comería desde la noche anterior, que, por supuesto, lo agradecía infinitamente, porque algo era mejor que nada, morir de hambre o alimentarse de pescados putrefactos resultó una experiencia horrible que todavía no podía olvidar.

Cuando llegó a su rincón donde tenía un espacio cubierto con ramas y hojas se sentó dentro para comenzar a comer, dejando a un lado la bonita concha que encontró en la playa y por la cual rascaba el piso, la había visto al levantarse y le pareció encantadora, como las otras tantas que ya formaban una pequeña montaña. En su hogar solía recolectar corales y demás objetos que encontraba en el camino, era una costumbre que aún conservaba, de lo poco que le quedaba de aquellos tiempos donde su vida no era una pesadilla.

Dejó solo las sobras que no podía tragar y se levantó para enterrar los desperdicios, lo hacía para que el olor de los residuos no le molestara. Finalmente se metió de nuevo en su refugio y cerró los ojos tratando de dormir.


Cuando Ángel salió del baño le extrañó ver a un hombre en la habitación, supuso que Márkov lo envió con algo de medicina, una pomada o cualquier cosa, pero en lugar de ello recibió un desagradable discurso en donde ese hombre le informaba que Márkov se había marchado por asuntos importantes y saldría del país, así que debía retirarse, el tipo le llevaría al médico para tratar las quemaduras por el sol, a cuenta de Márkov, por supuesto, y que alguien le llamaría si su jefe volvía a solicitar su compañía en un futuro.

El hombre ya había hecho su maleta e incluso guardó su cámara, todo estaba listo para sacarle de ahí enseguida.

— ¿Al menos puedo vestirme? —preguntó sintiéndose realmente ofendido.

—Puede hacer eso en otro momento. Lleva una bata, así que no está del todo indispuesto para salir. Tengo órdenes estrictas de...

—Imbécil. —farfulló Ángel y no refiriéndose al empleado que solo hacía lo que Márkov ordenó.

Sus maletas ya estaban en un auto al cual fue dirigido, en solo segundos aquel hombre le sacó de su vida y probablemente sería de manera definitiva. Tal vez era su culpa, quizá fue demasiado entrometido, ahora solo podía pensar que debió aceptar que le comprara un coche lujoso y mantener la boca cerrada sin opinar sobre lo solo que se encontraba.



Karsis despertó al escuchar un ruido extraño demasiado cerca de donde se encontraba, abrió los ojos y se encogió viendo la luz que había en el exterior, no entendía qué pasaba, parecía ser una persona, y de pronto la luz apuntó en su dirección para después acercarse rápidamente.

Se sentó cuando las hojas y ramas fueron arrancadas hasta que su guarida quedó completamente destruida, la luz artificial daba a su cara deslumbrándole, dejándole momentáneamente a ciegas, cerró los ojos y levantó los brazos para protegerse, fue entonces que el intruso desvió la luz y le tomó por el cabello arrastrándole hasta alejarle de aquel rincón. Le tiró sobre la arena y Karsis trató de huir, cuando quiso levantarse sintió un golpe seco en su espalda y el peso de algo que le impedía moverse, al girar la cabeza pudo ver que había dos hombres en realidad y uno de ellos le retenía pisándole.

Océano cautivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora