X. Sus brazos.

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Patricia.

Siempre me he sentido fuera de lugar, ausente incluso en mi pensar. Dicen que cuando nacemos ya Dios nos tiene un camino trazado, aunque soy de la idea que podemos decidir seguir ese rumbo o forjar nuestro propio desarrollo. Aunque, si soy sincera ya no creo en nada y todo me vale verga.

Llevo 2 meses batallando conmigo misma y me resulta devastador... aún así he decidido no dejar de lado mis ganas de soñar, pero, hay días en los que esas ganas son una pura ilusión.

Abro el pequeño estuche de maquillaje en mis manos, veo a mis ojos, las marcadas ojeras y la piel pálida. Sonrío, es falsa, lo sé. Todo es una gran mentira.

(Suena la puerta)

No quiero contestar, de echo, no estoy aquí.
Estoy tumbada sobre mi cama viendo al techo, las sábanas están echas un lío, tal cual yo.

Sophya abre la gran puerta blanca y entra al interior de nuestra habitación, busca algo con la mirada o tal vez a alguien.
Deja caer su bolso sobre el sofá del centro. Está callada, algo muy inusual. Sube las escaleras a mi dormitorio; me está viendo pero yase en silencio.

Las historias de los libros son muchas veces ficticias, creadas, aún así cuando llevas leyendo un gran porciento ya imaginas que puede suceder aunque luego te sorprenda. Y es efectívamente eso, ya puedo imaginar que hay detrás del silencio atormentador de Sophya, aunque doy gracias por él, sabiendo de igual manera que explotará.

Suspirando decido lanzar la primera roca.

— Venga, suéltalo ya.

Duda al hablar, separa los labios pero los vuelve a cerrar.

— Es que... — se detiene al comenzar, esto será largo. — Ok, llevas una semana dando vueltas, no me dices nada, no vas a clases, pareces una zombie, desde que te conozco nunca te había visto así.
Tu piel está demasiado blanca — interrumpo su maratón de palabras — Ya te dije que me limité a tomar sol en los pasados meses, aún lo hago.

— No es sólo eso Patricia, te estás limitando a contar la verdad, estudio psicología, de echo, estudiamos, así que debes saber que puedo saber cuando mientes.

— Joder es cierto — me digo a mi misma.

— Vale... — le digo bajando la mirada
— estos últimos meses he tenido problemas, quise apartarme del mundo exterior, me limité a salir de mi habitación, un día me levanté demasiado deprimida, tomé las tijeras de la abuela y corté mi cabello. Lloré, lloré, lloré tanto, pasé días muy duros, todo me desvanecía.
Mamá venía cada mañana y besaba mi frente, igual a la hora de dormir, velaba mis sueños. Hace unas pocas semanas decidí seguir adelante y mamá vino a mi con unas revistas muy bonitas donde había información sobre extensiones para el cabello, gracias a ella llevo este estilo, gracias a mi madre me he estado levantando poco o poco.
— tomo una larga bocanada de aire y la dejo ir.

—... — no dice nada, está completamente callada, ni un movimiento, ni una expresión.

Tomo sus manos y le digo: lo siento, eso es toda la verdad.

— Yo lo siento, perdona tanta presión.
— me jala hacía ella ahogándome en un fuerte abrazo.

La noche cae, hoy decidí ver una peli. Prendo la tele, aparece una noticia, cambio de canal y dejo en una peli que parece hace un rato ha comenzado, no se de que tratará pero igual la dejo.

Transcurren unos 30 minutos y ha acaparado toda mi atención, es de misterio, asesinatos; aún cuando después no pueda dormir son de mis favoritas.

Siento unas risas en la puerta, y el pomo de esta abriendo. A mi sorpresa son los hermanos y Rafael pero este está hablando por teléfono.

— ¿Qué ves? — pregunta Sophya

— Pues no lo sé, prendí la tele y me llamó la atención, contiene misterio y crímen — mis ojos pasan como ráfaga sobre los de Sophya, pero se detienen sobre Álex como si pisara el freno de repente.

Acabo de chocar y no me había dado cuenta. Sus ojos verdes tienen un poder incierto y algún brillo extrañamente interrogante.

— Patricia estoy hablando contigo, ¡hola!, ¿me escuchas, Patricia? — la mano de Sophya pasa frente a mí inarvertida hasta que reacciono y me hace parpadear una y otra vez.

— Hm, ¿qué?

— ¡Venga! — su tono de voz reclama — ya nada, ¿podemos acompañarte?

— Claro, tomen asiento.

Rafael aún sigue con la oreja pegada al teléfono; de manera que los hermanos se acomodan uno al lado del otro, quedando Sophya a mi lado.

Debo confesar que tal querría tener a mi lado el cuerpo atlético y exuberante de su hermano, quien aún sintiéndose ya una brisa invernal lleva una camiseta, permitiéndome verle sus imponentes musculos. FUCK... cierro los ojos mientras muerdo mi labio inferior.

— ¿Pat, en qué piensas? — no no no, no puedo creer que lo he echo realmente a vista de todos, venga Patricia eres una tonta con mente golosa.

Una risa nerviosa fué lo único que pude expresar. En verdad era una tonta.

En mi despiste, no me percaté que alguien reía como reteniendo una gran carcajada. Era Álex, este tio buenorro debía de haber difrutado de mi escena, la cuál no tenía relación alguna con la peli.

En un intento por defenderme, lancé dagas con mis ojos en su dirección — ¿de qué te ríes estúpido? — dije alterada, visiblemente en las aletas de mi naríz.

— Es que no sabes ocultarlo — ¿Qué, según tú no se ocultar? — ay por favor Paty, — con sus ojos clavados en mí, sin recibir una respuesta de mi parte, decidió terminar — OLVIDALO.

Así sin más, tan pronto la palabra abandonó sus labios me guiñó un ojo.

— ¡Chicos ya! , dejen de discutir... mira mira la va a matar — dice Sophya sin perder la vista de la gran tele.

No sé en qué momento mis párpados comenzaron a pesar, sin tan siquiera darme momento a resistirme.

Tengo frío, mi cuerpo tiembla, mis labios no permanecen quietos, los siento agrietados por lo que los humenesco con mi lengua.

— ¡¡Ahh!! — con un grito y el corazón desenfrenado abrí los ojos.

Y... estoy en la cama... con, espera ¿qué?

— Tranquila Paty ha sido sólo una pesadilla — decía el sexy chico de ojos verdes junto a mí.

Realmente aún me pregunto cómo y en qué momento pudo pasar lo siguiente.

Sin permitirme desarrollar una sola palabra con mi cuerpo atontado, Álex me decía que me acostase, que todo estaba bien.

Viéndome titiritiar, me acobijó, mientras le daba la espalda para acomodarme de costado. Pasando a penas unos pequeños parpadeos, sentí como se acomodaba en la cama bajo mis colchas; con su respiración sintiéndola en la nuca y un calor corporal apetecible, sus brazos rodeaban mi cuerpo acercándome más a él.

¿En qué momento tuvo lugar aquel suceso?, pues no lo sé, mi cuerpo, mi ser, no reaccionaban; más... lo disfrutaba.

AtréveteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora