El rey de las mentiras I | [Trono Envenenado I ] ✓

⏳︎| 5. Cinético

Pasando lista: 

BAILEY VANDERY 

Cuando creas que las cosas no pueden ponerse peor déjame recordarte que sí. Cuando empujas una ficha del tablero todas las demás empiezan a caer, o sacas fuerzas del maldito infierno para mantenerte de pie o la primera piedra va a matarte.

Mi cuerpo no había dejado de hervir, me sentía enferma, como si fuese a vomitar en cualquier momento, culpa de los nervios descontrolados que me cargaba sin importar que había dejado atrás las puertas de la oficina de Eavean.

Decían por ahí que las decepciones hacían al guerrero, pero yo seguía siendo una mosca muerta que lloraba al primer golpe de quien sea. ¿Cómo hacía la gente para luchar solos? ¿Cómo aprendían a jugar un juego de poder? ¿De dónde sacaban la fuerza, las ideas, el control, si nadie se los enseñaba? Suponía que iba a descubrirlo.

Con mis manos temblorosas y sudadas puse el carnet en el lector del ascensor y esperé hasta que descendiera. Las puertas se abrieron en el último piso y algún suspiro de alivio se abrió paso entre mis labios en tanto apretaba mis pasos para salir de aquel edifico cuanto antes al igual que apretaba el bolso que chocaba con mi costado izquierdo.

Mis pasos se detuvieron al divisar la presencia de Clarence traspasando las puertas de la entrada con Madyson Teyb colgada de su brazo. La distancia que nos separaba desde sus cuerpos en la entrada y la mía todavía a pocos pasos del ascensor impedía que me hubiesen reparado. Clarence iba enfundado en su traje Armani negro y debajo tenía un suéter de cuello alto, se veía costoso y elegante, como si no hubiese durado siete años en la cárcel. Madyson estaba igual que siempre, su cabello rizado y rebelde caía por todas partes en perfectos rizos que la hacían lucir como la modelo de alta costura que era. Su altura casi llegaba a la de Clarence y vestía pantalones finos blanco y suéter de cuello alto de color rosado igual que su acompañante. Parecían la pareja dorada. Perfectos, impecables e iguales de dañinos.

Madyson Teyb, con una lengua tan afiliada como la de una serpiente venenosa. La chica que me tendía la mano en Kindom y al día siguiente la usaba para empujarme. Madyson, el cuerpo en donde descansaba el pene de Clarence en tanto Julia hacia lo que le daba la gana conmigo. Me envió las fotos a modo de recuerdo, todavía recuerdo sus facciones extasiadas y las expresiones de disfrute en la cara de ambos.

Fue la gota que colmó el vaso.

Retomé mi caminar con la cabeza en alto, sabía que iba a tener que pasar por el lado de ambos, por lo que intenté mostrarme lo más serena que conseguí. A medio camino cuatro pares de ojos estaban sobre los míos, Madyson sonrió al verme, sin embargo, Clarence se mostró desinteresado. Pasé por el lado de ambos sin que una palabra saliera de ninguno de los tres. Cuando estaba casi en la puerta, giré sin querer el cuello para fijarme en la figura de ambos, mis ojos captaron el momento exacto en donde Clarence entraba en el ascensor con la mano de Madyson entrelazada a la suya y se llevaba el dorso de esa misma mano a los labios para besarla.

Llegué al auto y cuando cerré la puerta dejé que mi frente golpeara el volante.

—No más lágrimas, Bailey Vandery, ya no más.

Encendí el auto y empecé a conducir con otro rumbo en mente. Todavía tenía un montón de cosas que hacer para empezar a derribar las piezas del tablero que pertenecían a mis contrincantes.

Fui a la primera tienda donde pudiera encontrar un teléfono nuevo, había perdido el mío en algún punto de la historia. Cuando tuve el aparato electrónico configuré mi IOS, borré toda la información innecesaria, había cambiado de número y por el momento no me interesaba que nadie lo tuviera. El único número que guardé fue el de Rylee Anderson y le puse una clave encriptada, en caso de que cayera en manos equivocadas no quería que nadie fuese a molestarla. Conecté el correo de la manera en la que Alce me había enseñado y le escribí al Juez Torrance para que me diera las indicaciones a continuación.