⏳︎| 1. Manchas

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Diga presente: 


BAILEY VANDERY 


Boston, Estados Unidos.

7 años después del juicio.



No sé en qué estaba pensando el día que decidí que salir con un tipo posando con un gatito blanco en una foto de Tinder sería buena idea. Siempre he sido la creadora de las peores ideas, pero sin duda ese día me había sobrepasado. ¿Pero lo peor? Lo peor era que fuese un deportista sin nada de talento, con un típico nombre americano: Peter.

Debería haber sabido que un hombre con una playera de Spider Man no podía ser confiable, el asunto es que en ese momento me pareció...tierno. Era lo que estaba buscando. Me dije, rompe los moldes, Bailey, deja de emparejarte siempre con el típico chico malo que crees que vas a cambiar por amor. Solo terminé metiéndome de Guatemala, para guatepeor.

¿Peter? Era el hombre más lento, olvidadizo y desabrido de la historia.

Yo lo llamaba el chico que me ayudaba con el sexo, él se llamaba así mismo mi novio. ¿Curiosidad? No recuerdo el maldito día que dije sí.

Pero bueno, son detalles.

Solté un suspiro mirando el movimiento de las manecillas del reloj que marcaban las una en punto de la tarde, Peter me había dejado plantada para comer. Luego tenía el maldito descaro de decir que yo nunca tenía tiempo y que no le daba momento de calidad.

Maldita calidad.

Me paré enojada de la mesa y puse sobre ella el dinero para pagar el agua y lo de la propina, me sentía mal por haber estado ocupando una estúpida mesa por más de una hora, en un establecimiento que sin lugar a dudas no me pertenecía como para estar estorbando sin consumir. Maldije el nombre de Peter entre dientes obligando a mis pasos a sacarme del sitio, para entrar a mi auto casi soltando humo por las orejas. Odiaba esperar, odiaba que me dejaran plantada.

Odiaba a la gente que no podía cumplir su palabra.

Conduje por las calles ligeras de tránsito con la radio inundando el interior con una música electrónica. Tamborileé los dedos sobre el volante concentrada en no llevarme a una pobre anciana por delante. ¿Les había dicho que era la creadora de las peores ideas? También era la persona más salada del planeta.

El estómago me gruñó del hambre, tenía más de doce horas sin comer, esa mañana no me había dado tiempo a desayunar, tenía unos cuadros que transportar a la galería, para la presentación de esa noche. Veinte minutos después estaba doblando la esquina para acercarme a la universidad donde era maestra, y mi auto decidió apagarse.

Intenté encenderlo varias veces, pero el jodido auto no tenía intenciones de colaborar, por lo que me bajé del automóvil soltando un grito frustrado. De la parte delantera comenzó a salir humo y yo de autos sabía una mierda, así que hice lo más inteligente que se me ocurrió y llamé a la única persona que podría ayudarme.

—Tengo un problema —dije al teléfono cuando Alce tomó la llamada.

Sus gruñidos y su voz pastosa me hicieron rodar los ojos. Seguro estaba borracho o drogado, lo primero que había conseguido la noche anterior.

—¿Mataste a alguien?

—¿Qué? —pregunté en tono borde —. Soy una ciudadana ejemplar Alce, no mato gente.

El rey de las mentiras I  | [Trono Envenenado I ] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora