⏳︎| 3. Claroscuro

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Pasando lista:


BAILEY VANDERY


Era como un transforme, me convertía en otra persona cuando estaba delante de los Vandery, cuidaba mi manera de expresarme, hablar y vestir. Hubo un tiempo en donde me comportaba de forma distinta queriendo llamar la atención de Julia, queriendo que me notara, pero supongo que no era un secreto entre nosotras dos que ella nunca me quiso como hija, aún cuando yo siempre soñé que me quisiera, como yo la quería a ella.

Entonces cambié, y comencé a imitarla, pero Julia tampoco me notó.

Julia Vandery soltó un resoplido de desdén cuando me vio, al parecer no era conocedora de mi presencia en la mansión, puede que a Eavean se le haya pasado ese detalle. Luego de que Valorie se marchó, quedé hecha un manojo de nervios incontrolables y terminé duchándome y cambiándome para lo que fuera que estas personas tuvieran preparado. No iba a esconderme ni a llorar toda la vida.

No conocía el motivo del sonido que salió de sus labios, llevaba un vestido ciruela ajustado encima de las rodillas y botas negras altas, el vestido tenía mangas largas, pues el clima todos los días bajaba y bajaba, prometiendo un invierno desbastador. El cabello que me rozaba el cuello lo llevaba planchado a ambos lados de mi cara y las únicas joyas que portaba encima eran los dos aretes grandes en mis ojeras. Estaba elegante, tanto como ella, a pesar de que a Julia nadie la podía imitar, por lo que ese desdén no era por mi ropa.

Era por mi.

Muy a menudo lograba ver la decepción en su rostro, pero no era como si yo hubiese elegido eso. Ella me adoptó. Estábamos atadas de por vida, si no me deseaba, ¿por qué me eligió?

Ella no me hablaba, solo lo estrictamente necesario y solamente si lograba hacer algo que la hiciera enojar, algo tan grande como un planeta, para que pueda llamar su atención. A veces me gustaba fastidiarla, hablarle hasta por los codos. Pero la mitad de la razón era por mi, porque odiaba el silencio, no lo soportaba. No quería escuchar silencio nunca más.

—Julia —La saludé, con una gran sonrisa falsa en mi rostro —. Estás hermosa como siempre.

Sus ojos me escanearon, como un robot de rayo laser buscando la amenaza, cuando no la encontró, se giró haciendo sus tacones repiquetear sobre el mármol y se dirigió hasta su equipo de seguridad, quienes sostenían su abrigo y bolso. Sus perros falderos le abrieron la puerta y la siguieron fuera. Terminé de bajar las escaleras y me encontré a Eavean saliendo de uno de los pasillos.

La diferencia entre Julia y Eavean, era que con Julia sabías que era el enemigo y que no podías confiar. Con Eavean era que te envolvía, era tan cariñoso y bueno, que cuando te daba el golpe, ni siquiera lo podías creer.

Me miró sonriente y orgulloso cuando me vio. Abrió los brazos y por mecanismo propio me aproximé hasta mi padre y dejé que me envolviera con sus brazos. Su altura me arropó y el olor de su perfume me rodeó. Si cerraba los ojos podría imaginarme que era otra realidad la que vivíamos.

Una en donde un padre no usaba a su hija como un peón en su juego de ajedrez.

—¡Que hermosa estás, pequeña Bailey! —elogió, apretándome y dejándome ir para mirarme de pies a cabeza —. ¿No extrañaste a tu padre? No viniste en verano.

Su comentario parecía amistoso pero sentía el veneno que había detrás, pocas veces reconocía que era mi padre, era más como si fuera su soldado, su marioneta. Pero estaba en su papel de jugar a la familia perfecta y no iba a romper su burbuja.

El rey de las mentiras I  | [Trono Envenenado I ] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora