⏳︎| 7. Gesso

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Pasando lista:

BAILEY VANDERY


Agua fría se filtró por los poros de mi cara levantándome en un grito exaltado que retumbó en las cuatro paredes que me rodeaban.

El desconcierto y la incertidumbre se abrieron paso dentro de mí, trayendo consigo mis últimos recuerdos, como perdí la inconciencia delante de Clarence. El conocimiento de eso último me hizo mirar a todos lados desesperada y mover mis manos, para darme cuenta que seguía esposada de la mano derecha y que estaba sobre una cama. Luego, noté a Atlas a los pies de la misma cama en donde me encontraba, me miraba de esa manera que tanto se me dificultaba interpretar.

—¿Cómo te encuentras? —cuestionó con sus ojos evaluadores.

Intenté responder pero mis cuerdas vocales no colaboraron, cuando se dio cuenta se aproximó para tenderme una botella de agua que había estado en la mesa de noche del lado derecho. Tragué el agua a grandes tragos hasta vaciarla completa, la sed disminuyó y con eso el dolor de garganta que había sentido.

—Me siento como si duré medio día gritando.

—De hecho gritaste toda la noche —dijo.

Levanté mis ojos ante lo que dijo con la sorpresa en el paladar, sabía agridulce.

—¿Lo hice?

Asintió.

—¿Son recurrentes? —cuestionó y luego prosiguió para aclarar —: tus pesadillas, digo.

Me tragué el nudo que se me formó en medio de la garganta y recorrí la habitación en donde me encontraba, ¿buscando qué? Nada, tal vez algo de tiempo para afrontar una pregunta que por mucho tiempo esquivé.

—Lo eran antes —admití —. No me había vuelto a ocurrir en mucho tiempo.

Volvió a asentir.

—No dejes que te dominen.

—Es lo que he intentado siempre —cambié de tema —. ¿Y Clarence?

—No está —dijo, luego de encogerse de hombros y caminar más cerca de mí.

—¿Entonces que haces aquí? ¿Eres mi guardián o algo?

Negó lentamente, noté un juego de llaves pequeñas en sus mano.

—Vine a sacarte de aquí, me enteré en Alquitrán que te había dejado esposada en casa hasta que regresara.

El enojo regresó hirviendo mis venas y obligándome a apretar los puños. Casi me chirriaron los dientes de lo tanto que los apreté para no gritar de frustración. Al parecer había pasado bastante tiempo, entre que me desmayé y le dio tiempo para llevarme a la mansión Hervé y dejarme esposada como una maldita prisionera. Ser racional delante de Clarence me estaba costando.

—¿Cómo obtuviste las llaves de todos modos? —cuestioné, no me gustaba el cambio de actitud del gemelo malvado, era como si de pronto se hubiese puesto de mi lado y yo había tenido demasiadas traiciones como para confiar en alguien más.

Se encogió de hombros, se acercó hasta que la mitad de su cuerpo estuvo sobre la cama, entonces me liberó de la molesta esposa que había enrojecido mi muñeca. Cuando la liberó tomé mi mano para masajearla e intentar mitigar el escozor que sentía.

—¿No vas a responder?

—¿Por qué eres tan molesta? —rodó los ojos alejándose —. Camina, no tengo todo el día para andar detrás de ti, Vandery.

El rey de las mentiras I  | [Trono Envenenado I ] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora