𝟶𝟾: 𝚃𝙴𝙼𝙿𝙾𝚁𝙰𝚁𝚈 𝙿𝙴𝙰𝙲𝙴 𝙳𝙴𝙰𝙻

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𝙿𝙾𝚅: 𝙲𝙾𝚄𝚁𝚃𝙽𝙴𝚈 𝙻𝙸𝙽𝙲𝙾𝙻𝙽

El fin de semana pasó rápidamente, pronto era lunes y el señor Morgan volvió a su rancho, no sin antes zamparse seis waffles y tres tazas de café durante el desayuno. Le dijo a papá que se iría a cazar conejos al medio día, y lo invitó a ir con él. El viejo Andy rechazó la oferta, puesto que debía ir a otro rancho para cruzar a un semental, Norman también estaba ocupado, tenía bastante trabajo en su taller de motocicletas. Eso le pasa por descuidarse dos días seguidos.

Luego de que nuestros invitados se marchasen, me tomé el tiempo para entrenar a mis caballos. Sorpresivamente, los consejos que me dio el viejo Morgan el día anterior estaban funcionando de maravilla. No tengo la menor idea de por qué me ayudó, no parece estar en su naturaleza.

Mi conciencia no estará tranquila si no le devuelvo el favor, no acostumbro a pedir ayuda (principalmente porque lastima mi ego), y aunque él fuese quien me ayudó sin que se lo pidiera, tenía que devolverle la mano.

Lo haría más tarde, yendo a dejarle la botella de Brandy que prometí en la condenada apuesta. De haber sabido que perdería, me hubiese quedado callada.

En cuanto terminé con el entrenamiento, y llevé a mi yegua de vuelta a los establos, decidí ir a comprar la bendita botella de licor a un almacén que se encontraba cerca del rancho, más específicamente a mitad de camino hacia el rancho Morgan. Antes de partir, tomé una ducha, ya que el sol y el esfuerzo físico con los caballos, me habían hecho sudar bastante.

Me vestí de forma ligera, tomé mi sombrero y me dirigí hacia la camioneta. Salí del rancho dejando al hombre de confianza papá a cargo, el señor Henderson era un hombre de unos ochenta años de edad, y había sido la mano derecha de mi padre desde que tengo memoria.

Conduzco a una velocidad moderada, en la radio anuncian lluvias nuevamente, pero el cielo luce despejado.

Insisto, ¿a qué clase de tarados contratan?

Tras unos minutos en el volante, distingo el almacén al que iré a comprar el Brandy. Aparco en el estacionamiento y bajo de la camioneta, al ingresar solo me topo con otros dos hombres y una mujer mayor comprando en todo el local. Por un lado agradezco que no haya más personas, busco el departamento de licores y me centro en buscar algo bueno y de preferencia barato. Lo primero que encuentro es un Courvouisier de treinta años, no tengo dinero para tanto.

Luego mi atención se centra en una botella de Carlos I Imperial de diez años, y una botella de Lepanto de Gran Reserva. Ambas opciones son derivadas de Jerez, pero guiándome por los gustos fuertes, me parece que el Carlos I es mejor en muchos sentidos.

La tomo en mis manos para luego dirigirme a la caja para pagar, ha sido un total de ciento quince dólares. Nada económico.

No vuelvo a apostar con ese viejo en mi puta vida.

𝙷𝙾𝚁𝚂𝙴𝚂 𝙺𝙽𝙾𝚆 (𝙹𝙴𝙵𝙵𝚁𝙴𝚈 𝙳𝙴𝙰𝙽 𝙼𝙾𝚁𝙶𝙰𝙽) EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora