Courtney Lincoln, una joven cowgirl de Wyoming, regresará a casa tras finalizar con sus estudios de veterinaria. Su primer trabajo oficial, será atender a uno de los caballos del mejor amigo de su padre; un ranchero que posee uno de los mejores ranc...
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Norman y yo nos encontrábamos en la carretera, de camino al rancho de Morgan. Mi padre había insistido en que el motociclista me hiciera compañía, Norman accedió de inmediato con una sonrisa exageradamente boba de por medio.
La motocicleta de Reedus atravesó la entrada al rancho: un camino de tierra bastante amplio rodeado con maizales, que la joven había visto el día anterior, por supuesto que su aspecto no había mejorado en lo absoluto. Después de atravesar los sembradíos, vino a nuestra vista un campo amplio en el que se encontraban pastando algunos toros y vacas. Frente a nosotros comenzaban a verse los corrales y la casa principal, la cual tenía dos arboles enormes; uno al costado oeste y otro en lo que parecía ser el patio trasero.
Una vez que llegamos al frente de la casa, un hombre con una gorra corrió a nuestro encuentro, supuse que era quien había llamado a mi padre.
- Hola, pudieron llegar - nos tiende la mano a Norman y a mi, ambos la estrechamos dándole una sonrisa - Eduardo Martínez, solo llámenme Martínez, ¡Thomas, muéstrale al caballero en dónde aparcar su moto!
Un muchacho rubio corrió hacia nosotros, nos saludó y luego guió a Norman en dirección a un estacionamiento techado, yo seguí a Martínez hasta los corrales, estábamos a punto de entrar cuando un silbido llamó nuestra atención. De un costado de los corrales salió un hombre de por lo menos cuarenta años de edad, usaba un sombrero de corte Texas color café, una barba un tanto grisácea cruzaba su rostro. Definitivamente era el señor Morgan.
- ¿Qué tenemos acá, Martínez? - cuestionó el hombre cruzándose de brazos, pude notar que tenía una frase tatuada en el antebrazo derecho: "Bisou" o algo así. Se posicionó a un lado de su camioneta mientras se arreglaba la camisa.
- Ella es la hija de Lincoln jefe, la veterinaria - respondió el hombre señalándome, Morgan me observó de arriba a abajo.
- Es un gusto volver a verlo luego de tanto tiempo, señor Morgan - el hombre sólo asintió.
- Entonces... Tú cuidarás a mi caballo - recargó el brazo sobre el capó de la camioneta y me miró de forma arrogante - sólo espero que no lo mates.
Parpadee un par de veces, intentando discernir si escuché correctamente lo que me había dicho, pero por la manera en que sonrió supe que no había escuchado mal. Claro que lo había dicho, y con toda la maldita intención del mundo. ¿Qué demonios le sucede?
- Disculpe señor Morgan, pero aunque no lo parezca, soy más que capaz de cumplir con mi trabajo - solté con notable molestia, Martínez sólo alternaba la mirada entre su jefe y yo - además, creo que de no considerarme capaz no hubiesen pedido mi ayuda.
Sonreí con confianza, pero la expresión del hombre hizo que mi sonrisa desapareciera.
- No te sientas especial niña, él te llamó porque él mismo lo sugirió - señaló a su empleado - no fuiste la primera opción y nunca lo serías.
