𝗝𝗡𝗦» Jisoo había amado a Jennie desde que era una niña, no querida ni deseada por todos los demás. La azabache era voluble y fogosa, la pelinaranja era inquietante y distante, y no estaban de acuerdo en mucho.
Pero tenían una cosa en común: realm...
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Jisoo se quedó mirando la mesa de café en el medio de la habitación, contando las pequeñas manchas en el vaso.
Intentó concentrarse en las respiraciones: inhalar, exhalar, inhalar, exhalar, pero el pulso le sonaba demasiado fuerte en los oídos.
El pulgar de su mano derecha se frotó sobre su muñeca izquierda, moviéndose suavemente de un lado a otro en un inútil gesto subconsciente de comodidad. En su mano izquierda, agarró el pedazo de papel con más fuerza antes de sostenerlo con ambas manos.
Se quedó mirando su propio garabato desordenado, entrecerrando los ojos como si pudiera quitar la tinta de la página, enviarla en espiral en una nube de humo negro para no tener que decir las palabras.
Seguro que la escritura de Jennie sería pulcra, Jisoo pensó con amargura, completamente diferente a la suya.
La de cabellera naranja seguramente se habría expresado en oraciones sucintas pero uniformes, divulgando lo suficiente. Las palabras serían complicadas, floridas y sofisticadas; habría algunas de las que Jisoo ni siquiera había oído hablar. Jennie las habría escrito en su elegante letra cursiva, poniendo en papel esa energía tranquila que siempre llevaba consigo, y los ojos de Jisoo revolotearon hacia la mujer de mirada felina para tratar de ver y comprobar lo dicho.
Pero no tenía sentido para Jisoo. Jennie nunca la dejaría ver sus sentimientos en aquel papel.
Jennie nunca compartiría.
Esa era una de las razones por las que se encontraban en donde estaban en primer lugar.
—¿Jisoo?—, la voz de la terapeuta sonaba demasiado lejana, como si estuviera bajo el agua, y Jisoo parpadeó y volvió a la realidad.
—¿Sí?
—Estabas a la mitad de lo que habías escrito.
—Oh, cierto—, respiró ella, sus ojos revoloteando de nuevo a la página. Trató de encontrar el párrafo para seguir, trató de recordar qué la había hecho perderlo en primer lugar, y su mirada se deslizó por el papel.
