VII. La mujer pelirroja.

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—Quiero a mamá—, murmuró Sophie una noche, desafiante y enojada.

Jisoo hizo una pausa, sus manos revoloteando sobre las sábanas. Ella dio un profundo suspiro antes de terminar de arropar a su hija, tratando de no dejar que su expresión triste la afectara.

—No está aquí, Soph—, dijo en voz baja, —la verás el fin de semana.

—Quiero a mamá—, la niña repitió obstinadamente, con las cejas frunciendo el ceño.

Jisoo se recostó en la cama, sin saber cómo reaccionar. Se había preocupado por esto, estaba casi sorprendida de que hubiera tardado tanto.

Habían estado lidiando bien con la separación, pero Sophie siempre había sido una niña de mamá y era la que más sufría.

Charlie las observaba con curiosidad desde su propia cama, con las sábanas hasta el cuello y el pulgar en la boca.

—¿Te sientes bien?—. Jisoo de nuevo intentó, colocando una mano suave en la frente de su hija. —Puedes dormir en mi cama si quieres-

—¡Quiero a mamá!—. Sophie dijo, más fuerte esta vez, y Jisoo la sentía acalorada, pero claramente no era una enfermedad lo que la aquejaba.

—Lo sé, Sophie. Pero-

—¡Quiero a mamá!—. La pequeña gritó, fuerte y feroz.

El silencio cayó sobre ellas cuando Jisoo retrocedió, aturdida por el arrebato.

Parpadeó, con los ojos muy abiertos y sorprendida, y detrás de ella, Charlie estaba llorando.

Jisoo se dió cuenta que Sophie nunca la había mirado así antes.

—Es tu culpa que se haya ido—, la niña dijo con frialdad, —Colar me lo dijo.

A Jisoo se le heló la sangre y el corazón se le subió a la garganta. Luchó con entender la pronunciación de aquel nombre, pero estaba claro de quién estaba hablando.

—¿La mujer pelirroja en la oficina de mamá?—, la azabache preguntó, pero Sophie no la estaba mirando y se dio la vuelta, enterrando la cara en la almohada.

Jisoo se volvió hacia Charlie.

—Fuimos allí porque mamá necesitaba comprar cosas—, luchó un poco con las palabras, —la mujer roja estaba hablando con nosotras.

Jisoo cerró brevemente los ojos, tratando de reprimir su furia.

—¿Qué dijo ella?

Charlie negó con la cabeza, como si no pensara que debería decir. Jisoo se puso de pie y caminó hacia su cama, sentándose suavemente y apartándole el cabello de la frente.

—Puedes decírmelo, cariño.

La niña soltó un profundo suspiro.

—Sophie dijo que mamá no vivía con nosotras y preguntó si eso era porque ya no nos amaba.

Jisoo sintió un ardor detrás de los ojos y las sienes, una sensación de tirón en el pecho. La mató escuchar esas palabras, pensar en sus bebés sufriendo y culpándose a sí mismas, y sabía que eso también devastaría a Jennie.

Jisoo pensó que lo habían estado escondiendo mejor.

Antes de que pudiera consolarla, Charlie estaba hablando de nuevo en voz baja.

—Ella dijo que no era eso—, susurró, —dijo que era porque mamá ya no te amaba.

Las palabras fueron como un puñetazo en el estómago, una puñalada de espada e igual de dolorosas. 

Jisoo sentía que no podía respirar, la ira y la desesperación se arremolinaban por precedencia en la boca del estómago.

La ira ganó y llamó a Jennie.

Jisoo sabía que no debía escuchar a escondidas mientras permanecía junto a la puerta, pero no pudo evitarlo

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Jisoo sabía que no debía escuchar a escondidas mientras permanecía junto a la puerta, pero no pudo evitarlo.

Prácticamente había sentido la furia de Jennie cuando se lo dijo, rodando sobre la pelinaranja en oleadas. Se dirigió directamente hacia la habitación de las gemelas para hablar con ellas.

Ambas estaban sentadas en la cama de Sophie mientras Jennie se sentaba en el extremo, su tono era suave y amable.

—Quiero que ambas me escuchen con mucha atención—, comenzó. Jisoo no podía verlas, apretada como estaba contra la pared, pero podía imaginar cuán embelesadas la estarían mirando a su madre, la dulce sonrisa que se curvaría bajo los labios de Jennie.

—Está bien, mamá—, dijeron ambas al mismo tiempo.

—Mi secretaria...—, Jennie hizo una pausa, probablemente dándose cuenta de que no entenderían esa palabra, —la mujer pelirroja... no debería haber dicho lo que dijo.

Jisoo frunció los labios, inclinando la cabeza para poder escuchar lo que decían.

—Ella dijo que todavía nos amabas—, insistió Sophie, su voz pequeña y un poco confusa.

—Bueno, esa parte es verdad—, murmuró Jennie, —las amo mucho, mucho. Más que nada en el mundo entero.

—¿Más que a los osos polares?—. Charlie intervino, haciendo referencia a su amado equipo de fútbol.

Jisoo se cubrió la risa con la mano, maravillándose de la hija inteligente que tenían.

Jennie también se estaba riendo y era un sonido agradable. Jisoo siempre pensó que Jennie debía reírse más. Ella no la había escuchado en tanto tiempo.

—Mucho más—, la de cabellera naranja confirmó, y luego su voz se volvió seria de nuevo, —lo que sea que pase entre su mami y yo... nada de eso es culpa de ninguna de las dos. Siempre las amaré, y siempre seré la mamá de ambas.

Jisoo sintió que las palabras extendían calor por todo su pecho.

—¿Pero ya no amas a mami?—, preguntó Sophie, su voz pequeña y triste.

Jisoo soltó temblorosamente el aliento que no se dio cuenta de que había estado conteniendo. Sabía que debería marcharse; ella no quería escuchar esto. La destruiría. Pero por alguna razón, sus pies estaban clavados en el lugar.

Jisoo no podía moverse; ella no podía respirar.

Eventualmente, Jennie respondió, y su voz era dulce y suave.

—Amo a su mami desde que éramos tan pequeñas como ustedes—, murmuró, —y nunca dejaré de amarla.

La mano de Jisoo todavía estaba presionada contra su boca mientras cerraba los ojos.

Esta vez, ocultó un sollozo.

Esta vez, ocultó un sollozo

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De regreso a ti | JensooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora