𝗝𝗡𝗦» Jisoo había amado a Jennie desde que era una niña, no querida ni deseada por todos los demás. La azabache era voluble y fogosa, la pelinaranja era inquietante y distante, y no estaban de acuerdo en mucho.
Pero tenían una cosa en común: realm...
Al día siguiente había un sobre de papel marrón en su puerta.
Jisoo lo miró fijamente, los ojos abiertos parpadeando, como si mirara lo suficientemente fuerte, desaparecería.
Se inclinó para levantarlo, con las manos temblando ligeramente. Ella entró en la cocina, poniéndolo en el mostrador en el que Jennie se la había follado.
Eso era todo, la azabache se dio cuenta.
El momento que había estado temiendo desde el día en que vio a Jennie jugando en el patio delantero cuando tenía cinco años.
Jisoo la había perdido.
Ella abrió el sobre y vio la firma de su ex-esposa en la línea de puntos.
𝑱. 𝑹𝒖𝒃𝒚 𝑱𝒂𝒏𝒆 𝑲𝒊𝒎.
Estaba escrito en su elegante tinta negra semi cursiva, cruda e insensible.
Jisoo se tragó más allá del nudo en la garganta y fue a cerrar el sobre cuando se le escapó otro trozo de papel. Se detuvo, con las cejas frunciendo el ceño mientras empezaba a leer.
𝑳𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒆 𝒆𝒏𝒄𝒂𝒏𝒕𝒂 𝒅𝒆 𝑱𝒊𝒔𝒐𝒐.
Su aliento se enganchó cuando se dio cuenta de lo que era.
Era una lista, la que habían escrito ese día en el consultorio de la terapeuta. El que Jisoo pensaba que Jennie no había escrito en absoluto.
Su pecho se sentía apretado como un vicio cuando empezó a leer.
Jisoo bajó el papel, lágrimas rodando por sus mejillas enrojecidas.
Se quedó allí por un momento, en silencio y quieta, mientras sentía que algo encajaba en su lugar.
Ella no había seguido adelante.
Ella no estaba contenta.
Ella amaba a Jennie tanto ahora como cuando tenía veinte, quince y cinco años. Su cabeza corrió, una nube se levantó, y todo estaba claro por primera vez en meses.
Siempre estaba buscando, siempre buscando más, no se había dado cuenta de lo que quería, lo que necesitaba... lo había tenido todo el tiempo.
Puede que haya cambiado, puede que todo el mundo o sus pensamientos hayan cambiado. Pero su amor por Jennie no lo había hecho, cuando todo lo demás fracasó, se había mantenido igual.
Inquebrantable.
Solo tenían que hacer que funcionara de nuevo, no tenía sentido estar separadas.
Cogió el sobre, dejó a las gemelas en casa de Rosé, su vieja amiga, y se dirigió a la oficina de Jennie.
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