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El dojo era un horno bajo el sol abrasador del verano. Las ventanas abiertas apenas dejaban entrar una brisa ébil, que era rápidamente sofocada por la humedad del aire. El suelo de madera, desgastado por años de práctica, parecía irradiar el calor acumulado.
Genya, empapado en sudor, golpeó una vez más el muñeco de práctica con toda su fuerza. Cada moviminto lo hacía jadear, sus músculos marcándose bajo la piel húmeda mientras el sudor corría por su cuello, su pecho, y se perdía bajo la tela de su hakama.
Desde un rincón del dojo, a la sombra, Muichiro lo observaba en silencio. Estaba sentado con las piernas cruzadas, su cabello largo recogido en un intento de soportar el calor, aunque algunos mechones rebeldes se pegaban a su frente perlada de sudor. Había una expresión inescrutable en su rostro, pero sus ojos seguían cada movimiento de Genya con una intensidad que delataba su atención.
—¿No pinsas moverte? ¿O vas a quedarte ahí como siempre? —Genya finalmente rompió el silencio, su tono desafiante.
— Estoy bien aquí. No soy yo el que debe pulir sus habilidades con la katana. —respondió Muichiro con su habitual calma. Su voz era suave, pero en el calor del momento, parecía acariciar el aire entre ellos.
Genya gruñó algo por lo bajo y se dejó caer pesadamente al suelo, a unos pasos de donde estaba Muichiro. El calor lo estaba venciendo, y su respiracin aún era agitada. Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas, dejando que la brisa ocasional lo refrescara un poco.
—Estás empapado. —comentó Muichiro de repente, rompiendo el silencio con una observación directa.
—Sí, porque estuve entrenando, no como tú. —replicó Genya, con un destello de irritación. Pero su molestia disminuyó cuando notó cómo la mirada de Muichio se deslizaba lentamente por su rostro, su cuello, y luego más abajo, hacia las gotas de sudor que bajaban por su clavícula y desaparecían bajo la tela de su ropa.
—Es interesante. —murmuró Muichiro, ladeando la cabeza.
—¿Qué cosa? —preguntó mientras se desnudaba el torso para soportar tal abrasador calor.
—Cómo el sudor brilla en tu piel... parece que estuvieras hecho de luz.
Genya se quedó en silencio, desconcertado por la sinceridad de la respuesta. Su corazón comenzó a latir más rápido, aunque intentó culpar al entrenamiento y al calor. —Hablas como si nunca hubieras visto a alguien sudar antes. —respondió, tratando de recuperar su tono habitual.
—Tal vez no me he fijado de esta forma. —confesó Muichiro, sin apartar la mirada.
La tensión en el aire parecía casi tangible. Genya se pasó una mano por la frente, apartando el sudor, pero el gesto no hizo más que llamar la atención de Muichiro. Antes de que pudiera detenerlo, el más joven se inclinó hacia adelante, su mano delicaa alcanzando su rostro.
