05. Deberes.

416 69 12
                                    

—No teníamos nada... No hicimos nada malo.

—Quizá fui solo yo. Probablemente la que estaba mal era yo... —Murmuró Derha, observando la luna en la ventana.

Aric se abrazó a sí mismo.

—¿A qué te refieres? —Su voz estaba temblando, todo su cuerpo lo hacía.

—Lo que yo sentía por ti, Aric. A ese me refiero, eso estaba mal. Nosotros no...

—¿Qué sentías por mi? —El beta dio un par de pasos hacia ella, quería ver que rostro tenía, saber cual era su expresión. Pero los hombros de Derha se tensaron al sentirlo más cerca, así que se detuvo a unos metros.

—Ni siquiera lo puedo decir en voz alta... Yo no... —La alfa se acarició la frente con frustración. Pasó su mano por todo el rostro hasta llegar a sus labios —No sabes lo que era tenerte cerca y no poder...

—Derha. Por favor, te quiero escuchar.

—Te amaba, Aric, como un alfa debe amar a un omega. Te deseaba... más que a nada.

Yo también lo hacía, quiso decirle el beta. Pero el pudor a no dejar escapar sus sentimientos le cerraron la garganta.
Aric se sintió hipócrita por hacerla hablar cuando él mismo era incapaz de hacerlo. Ella tenía razón; ni siquiera lo podía poner en palabras, porque era tan bestial el amor que le tenía, pero tan enterrado y oculto en su interior que le daba miedo dejarlo salir y que todo se volviera un caos, como los volcanes inactivos que explotan en lava caliente e imparable que destruyen todo a su paso.

—Yo deseaba ser un omega... —Confesó Aric después de un momentáneo silencio, siendo lo único que podía decir sin gritar—Siempre pensé que si yo fuera un omega todo sería más fácil.

—Lo sería —. Suspiró Derha, tocó el cristal frente a ella, como si acariciara el reflejo de la luna en este —Pero las cosas no son como queremos, son como deben ser.

—¿Quién lo dice? —Aric se acercó otro poco más, deseando desde sus adentros que ella no se alejase.

—Aric, tú mismo lo sabes.

Él negó con la cabeza, tratando de evitar pensar en la realidad. Porque era verdad, lo sabía. Estaba bien enterado de cómo funcionaba el mundo para gente como ellos.
Pero no, él quería pensar en alguna posibilidad, una grieta entre todas esas reglas que le decían que las cosas no pueden ser como quiere.

—Derha tu serás la monarca, tu podrías cambiar las cosas para nosotros.

—No puedo...

—¡Lo harías si lo quisieras!

—Me tengo que casar con alguien que me dé un heredero, Aric. Ambos sabemos que tu no puedes... Eso no lo puedo cambiar ni con todo el poder del mundo.

El beta asintió, reservándose sus lágrimas para cuando Derha se fuera. Todo su vida se odio profundamente a sí mismo, a la sangre que corría por sus venas y al hecho de haber nacido como un beta, siendo que Derha quería y necesitaba a un omega a su lado. Y ahora que exponía su mayor debilidad ante ella..., solo la pisoteo.

—Mi hermana si te dará un heredero, ¿por qué no te quedaste bailando con ella en vez de venir a buscarme? —Escupió Aric, acercándose tanto a la alfa que podía sentir su calor —Quiero que me digas porque estás aquí conmigo y no con ellos, con esos que si te pueden dar hijos.

—... Fue un error.

—Si, cometiste un error, yo cometí un error y mi amor es un error.—Aric no pudo soportar, las lágrimas se escabulleron de su control —Pero yo estoy harto de fingir que no te quiero como lo hago, y dejar de ocultarlo es lo único acertado en todo esto.

Bastó un paso para tener a la alfa cerca, y medio paso más para pararse entre ella y el ventanal. Aric observó el rostro de Derha mientras la luz plateada caía sobre ellos. Se sentía observado por la luna, y mentalmente pidió perdón por el pecado que cometería.

—¿Qué...?

—Dijiste que me amabas, Derha —No dejaba de mirarla, no podía apartar sus ojos de aquellos rasgos que tanto había repazado con sus manos mientras ella dormía, los sabía de memoria —Y ahora yo te digo que te amo. No antes, no en el pasado, sino ahora. En este momento te amo, y en el futuro lo haré también, y cuando te cases con alguien más lo seguiré haciendo...

—Basta —La alfa retrocedió, pero el más pequeño la siguió.

—Cuando tengas al hijo por el que no podemos estar juntos, cuando yo viva en soledad por esperarte, y cuando ambos recordemos con vergüenza este momento..., te amaré, Derha.

—Estás haciendo esto más difícil, Aric.

—Nunca fue fácil para nosotros.

Aric la tomó de las solapas, ahora estaba temblando horriblemente mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Tenía los sentimientos a flor de piel, estaba eufórico. Al final, no pudo evitar que el volcán estallara.
Veía a Derha y sólo podía pensar en las casi dos décadas anhelando que ella lo mirara como lo estaba haciendo ahora.

—¿Me amabas? —Preguntó Aric, en voz tan baja como el sonido de las gotas de lluvia al caer —¿O me amas ahora mismo?

Derha lo observó a los ojos, él sentía que podría desfallecer cuando las manos de la alfa tocaron su rostro. Ella estaba fría, pero aquella manera de tomarlo era tan suave.

Aric no recibió repuesta. Derha lo besó profundamente.

El beta sabía que sucumbir sería peligroso, demaciado, considerando que abajo había una fiesta con gente que los podría arruinar si los descubrían; decepcionaría a sus padres si eso pasaba, al rey; le rompería el corazón a su hermana. Pero cuando tuvo a Derha encima suyo no pudo pensar en nada más. Su espalda estaba contra el suave colchón.
Supo que ella lo quería tanto como él, años juntos, tan unidos que la cercanía parecía insufrible al no poder tocarse como deseaban.

Y se dijo a sí mismo que el mundo podía irse a la mierda.

Corona de sangre. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora