03. Alejándonos.

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Aric fue citado para ver al rey. Cerró el libro que leía tranquilamente en la biblioteca y apagó las velas que lo iluminaban. Afuera yacía la luna llena reflejada en el mar solar.

Al llegar al comedor se encontró con el rey Edward y la reina Belisa junto a los príncipes Aliv y Kriss. Era la hora de la cena, por lo que la mesa estaba puesta con flores, canastas de pan y frutas. Aric casi nunca estaba ahí, ya que a Derha le solía gustar robar comida de las cocinas y comerla aire libre.

—Su majestad —El beta se inclinó por los dos segundos que le indicaban el protocolo ante el alfa, después se giró a la beta junto a él —Mi reina.

—Vamos, muchacho, deja eso y ven a sentarte —Sonrió el rey mientras tomaba vino y acariciaba la mano de su esposa sobre la mesa —Ya casi va a comenzar la cena y quiero que tú comas con nosotros.

—¿Para eso me citó, su majestad? —Dudó Aric con extrañeza.

—Sigues siendo mi sobrino, Aric, y a pesar de que vienes todos los meses casi nunca te veo. Así que aprovechemos hoy que los lords del consejo no me requieren en la junta.

Aric sonrió suavemente, casi no estaba acostumbrado a tratar a su tío con tanta familiaridad. El rey era en general serio y estricto con todos a su alrededor, pocas veces se comportaba como un tío, un padre o un hermano. Siempre estaba metido en su rol de monarca, incluso con su familia. Solo lo había visto dar muestras de afecto físicas a la reina Belissa.

Dejó su libro en la mesa, lejos del tazón lleno de frutas y de los cubiertos de plata. Se sentó dos sillas lejos del rey, dejando el espacio debido para la princesa heredera. Saludó a Aliv y a Kriss, quienes estaban sentados a la derecha de la reina, al otro lado de la mesa.

Un sirviente le sirvió vino y agua, él alejó la copa y acercó su vaso.

—¿Querido, donde está Derha? —Interrogó la reina con su usual sonrisa, dirigiéndose a Aric.

—Es cierto, ¿por qué no viene contigo? —Preguntó Kriss, inclinándose en la mesa para tomar una manzana.

Aric los miró a todos, confundido y un poco nervioso.

—Derha no estaba conmigo, su alteza. No la he visto en toda la tarde... —Admitió en voz baja.

Los reyes compartieron una mirada entre ellos, los príncipes observaron a su primo con sorpresa. El silencio se extendió más allá del crepitar de las chimeneas y de los sirvientes transportando la comida recién echa hasta la mesa. Las bandejas con ensaladas y carnes se destaparon, el aire se impregnó de los deliciosos aromas de romero y aceite de olivos.
Aric comenzó a comer después de que el rey lo hiciera, miraba su plato atentamente, sumido en sus pensamientos.

Últimamente Derha y él se habían distanciado. Al principio él lo tomó como un alivio, creyendo que la alfa había recapacitado sobre salir huyendo de repente y arrastrarlo a ello, después se dio cuenta de que no había nada más alejado a la realidad. Derha seguía haciendo de las suyas, pero lo estaba dejando atrás, eliminándolo de la ecuación y de su lado.
Aric intentó no reprocharle nada, se dijo a sí mismo que era lo mejor para su persona.
Pero no le gustaba ese nuevo rumbo. No le gustaba que ella se alejara. Y cuando trató acercarse fue repelido. Intentó hacer que la alfa lo incluyera de nuevo, que lo tuviera en cuenta a la hora de salir a la ciudad o a cazar en la selva.
Se levantaba temprano y la esperaba en la puerta de su dormitorio para no despegarse de ella en todo el día, desde el alba hasta después del atardecer. Y cuando él creía que todo estaba como antes, con sus conversaciones largas y sus risas conjuntas, se enteraba a la mañana siguiente que Derha había salido después de que él se fuera a dormir. Y lo alejaba una, y otra vez.
Desde su cumpleaños en el risco, nada era igual.

Corona de sangre. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora