007. Traición.

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La reina consorte Leina siempre estuvo en desacuerdo con su esposa con respecto a la sucesión, pero jamás logró hacer que Alessandra cambiara de opinión. Para Leina, su hijo mayor tenía tanto derecho sobre el trono como cualquier otro, independientemente de que fuera un omega.

Cuando Aric nació, Leina intentó convencer a Carl de reclamar el trono, ya que tenía un heredero seguro y eso le daba ventaja sobre Edward, quien aún no tenía sucesor.

Pero diez meses después de Aric, nació Derha, una alfa que tenía el doble de peso como heredera que un beta. Así que Leina cesó de una vez por todas. Se resignó ante el echo de que su segundo hijo era el rey, y no había nada que se podría hacer.

Todos sabían que la reina madre no tenía nada en contra de Edward. Amaba por igual a sus dos cachorros. Pero ella, como omega, sólo quería un poco de igualdad en el reino. Que aquellos discursos sobre la inferioridad de los omegas se dejaran de lado, y quería que la corona diera un ejemplo de equidad.

Pero Aric era feliz siendo solo el sobrino del rey. No sentía ambición por la corona ni deseos de ser considerado para la sucesión. A él le gustaba vivir en el campo y leer, cuidar a los caballos, jugar con los perritos; cosas simples que no podría hacer si fuera el heredero. 

Siempre imaginó a Derha como la reina, a pesar de lo mucho que la idea de ser olvidado por ella le aterraba.

Pero jamás imaginó que las cosas tomarían un rumbo tan diferente.

Aric fue citado al palacio un mes antes del anuncio oficial de la sucesión.

Cuando leyó la carta le resultó extraño la información tan escueta por la que se le solicitaba. La última vez que había estado en la ciudad capital había sido hace casi un año, cuando por fin se dio cuenta que para él y Derha no había remedio.

Lo intentó. Pensaba mientras su carruaje atravesaba las rejas y el aroma del mar solar lo envolvía.

Lloró, suplicó y esperó una razón, tan sólo una palabra de Derha para por fin entender el porqué. Solo necesitaba eso para poder doblegarse a la realidad.

Pero recibió silencio de parte de la alfa. Un frío y doloroso silencio.

No podía seguir viéndola en el palacio sin sentir que su estómago se encogía dentro suyo. Sus ojos se humedecieron en público varias veces. En la corte comenzaron a hablar sobre un amor prohibido. Todos creían que Aric estaba desconsolado porque el rey rechazó el casamiento entre él y Phillip.

El beta no pudo soportar más tiempo. Dejó de asistir a las fiestas que se daban en el palacio, rechazó cada invitación a la capital que se le ofrecía. El rey le mandó una carta pidiendo explicaciones, quería entender el porqué su sobrino parecía de pronto alérgico al aire que rodeaba a su familia paterna.

... Tendrá que ver con la princesa Derha, ¿me equivoco? Ella no habla de tí jamás, creo que finge no conocerte. ¿Por qué no arreglan sus diferencias y vienes a la Corte como antes?

Eso decía una parte de la carta. Aric rió un buen rato; rió hasta que sus pulmones dolieron y terminó de reír cuando comenzó a llorar. Reviviendo el dolor y el vértigo que sentía cada vez que pensaba en ella, en lo que fueron y lo que no.

Por supuesto que no existía para ella. Ya no. Por supuesto que no volvería a ser como antes. Consideró no poner nunca más un pie en el palacio, se negaría a ir con todas sus fuerzas hasta que le fuera imposible. Pero ¿Qué pasaría cuando Derha fuera reina y él tuviera que asistir a una audiciencia con ella?

Aric esperaba haberla dejado de amar para ese entonces.

Ahora no sabía nada de ella. Era como si de repente, así como así, se hubiesen convertido en un par de extraños; su niño interior se sentía aterrado por esto.

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⏰ Última actualización: Sep 23, 2023 ⏰

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