Mientras esperábamos el resultado de la apelación, la pandemia había cerrado nuestro hotel en la Reina y nos dificultaba viajar a Los Andes.
Hablé con mi amigo Carlos.
Carlos era el comandante del que les hablé, él que me llevaba y traía del trabajo ¿recuerdan? Fue mi primer amigo en este trabajo, lo conocí el día de la entrevista de trabajo y me cayó muy bien, era una persona muy simpática y con un corazón muy noble, físicamente era igual a "mi villano favorito", jajaja. Pero era mi amigo y la pasábamos muy bien juntos.
Él fue un apoyo importante cuando mi matrimonio de a poco se derrumbaba, estuvo presente cuando estuve embarazada de mi última y única hija mujer. Él me decía que no entendía cómo mi marido podía ser tan indolente y desinteresado y cómo no era capaz de llevarme al metro en su auto o irme a dejar al bus, al menos en los días de lluvia (en ese tiempo yo aún no tenía auto) y nos íbamos conversando y riendo hasta allá.
Nos hicimos amigos, nos contábamos nuestros problemas matrimoniales e hicimos un grupo junto a "la Sra. Silvia" como le decía él. Cabe mencionar que le decía así solo para molestarla, porque era mayor que él. Ella era personal civil, ingeniero, muy simpática, elegante, linda y sarcástica, tendría unos 40 y algo. Nosotros tres juntos, en los almuerzos, nos reíamos mucho. (si esto hubiera sido un colegio, seguro éramos los que hacían bullying, jajaja). Pero jamás molestamos a nadie en realidad, solo eran conversaciones entre nosotros.
Cuando estábamos en el casino de oficiales (sí, al mismo con el que un año y medio después iría con Mi General). Nos sentábamos y comenzábamos a ranquear a los hombres y las mujeres que entraban, quién era más atractivo(a), quién tenía mejores caderas, más alto(a), más facha, se vestía mejor o peor, etc...
Y también le poníamos sobrenombres a la gente (no me enorgullezco, de eso pero lo hacíamos y resultaba divertido). Por ejemplo había tres chicas en el mismo departamento que eran bajitas, gorditas, se vestían de negro y andaban juntas. Por lo que Carlos las bautizó como los pingüinos de Madagascar y cada vez que las veíamos, decía: "Gorditos y bonitos, gorditos y bonitos", y me hacía mucha gracia.
También había un chico, joven que entró a trabajar con Silvia, Jean Claude, era bonito, delgado, muy educado, pero no conocía la ducha, siempre olía a como a recién levantado. Y le decíamos "el francés", así suma y sigue... Nuestros almuerzos eran muy entretenidos.
Bueno la cosa es que mi amigo, tenía un affaire con una chica del departamento donde trabajábamos. Y se me ocurrió preguntarle dónde se encontraban, ahora que estaban todos los hoteles cerrados.
Él me dio el dato de un hostal que estaba en Las Condes y por la baja afluencia de pasajeros ahora atendía a las parejas que necesitaban un espacio para ahogar sus ansias de amor... (jajaja que lindo me salió).
La cosa es que nos quedaba tan cerca que a veces estábamos allá a las 7 am. Y como era hotel u hostal, nos incluían el desayuno buffet, en el último piso.
Esos días con Mi General, llegábamos al buffet, conversábamos y hasta hacíamos sobre mesa. Él estaba inscrito en unas clases de medicina china junto a sus hijos y su prima y se conectaban online en la mañana, él se reportaba, los saludaba y luego apagaba la cámara y dejaba corriendo el video en silencio, aludiendo obviamente a que estaba en el trabajo.
Luego bajábamos al departamento (ya no era solo una pieza, era el departamento completo y podíamos cocinar ahí. Encendía el televisor, nos sacábamos la ropa y él la colgaba. Yo no sé bien porque a mí me gustaba tanto ese gesto, me enternecía mucho y la vez me excitaba.
Esta vez llevé un corsé rojo, tanga colaless, con guantes largos de encaje y tacos en el mismo color, también llevé el collar de cuero con cadena que había comprado. Me adelanté mientras él aún se lavaba los dientes. Me desvestí y me acomodé en la cama. Él venía con su polera blanca "La Martina" y sus boxer Top.
Él sonrió y dijo: "Te ves exquisita... (de repente vio el collar en mi mano) ¿Qué se te ocurrió ahora?"
— Si quieres que te haga lo que te gusta, debes dejarme ponerte este collar y hacerme caso...
— Yo, ya te hago caso, jajaja.
— Es verdad... me saqué la tanga, me acosté en la cama con las piernas abiertas y le dije: "¿Quieres esto? Ponte el collar y parte por besar mis pies".
— Sí amor, quien soy yo, para no satisfacer sus deseos...—.
Y comenzó a besarme por los pies, luego tiré de su collar y le dije: "Sube, quiero tu lengua en mi entrepierna". Me hizo caso, pero decidí cambiar de posición, me senté en la orilla de la cama y le dije que gateara hasta ahí por el piso, mientras yo no soltaba su collar, le apretaba la cara con mis piernas y cuando me miraba le dejaba caer mi saliva en su boca... Luego me introdujo su lengua por delante y su dedo por atrás, mientras yo tiraba de su cadena hacia mi sexo, los movimientos se hacían más rápidos, yo le decía: "Mírame, ¿te gusta chuparme?" y él asentía.
— Eres mi esclavo, yo soy tu ama, yo te gobierno, tú me perteneces—. Decir esto con él arrodillado en el piso, haciéndome sexo oral y con un collar en el cuello, créanme que era intensamente excitante, finalmente con un largo gemido, acabé en su boca.
Después él me hizo suya de su forma favorita: en cuatro. Tomé posición, él continuó lamiendo mi sexo, pero no le solté la cadena. Agarró fuerte de mis caderas y me penetró, era dolorosamente rico. Como él no hablaba, yo si lo hacía: "Dale, pégame, mételo todo..." y las cosas habituales que uno suele decir, y me movía a su ritmo, hasta que me llenó de él.
Posteriormente nos fuimos a la ducha juntos y mientras le lavaba la espalda, le pregunté: "¿Te gustó lo que hicimos?"
— Me gusta todo lo que me haces... Me calienta mucho que tengas el control, que me órdenes y me obligues—.
— Y a mí me fascina que siempre digas que sí...
Nos besamos, nos secamos y nos dormimos abrazados. Esta vez, yo tenía mucho sueño. Él se levantó y yo seguí durmiendo, hasta que sentí olor a comida... Miré hacia la puerta, de donde se veía la cocina y lo vi desnudo con un delantal de cocina, cocinando para mí, mi plato favorito (salmón a la plancha, con verduras salteadas) cantando con la cuchara de madera en la mano y bailando. De fondo sonaba música: "Have you ever seen the rain", de los Creedence".
Yo lo miraba totalmente enamorada, abrazada a un cojín. Con miedo de despertar de mi bello sueño, con miedo de perderlo, con la felicidad de haberlo encontrado, lo miraba como si nada me importara, quería que ese momento fuera eterno...
Comentarios del autor:
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Mi General
عاطفيةUna enfermera de 36 años, casada y madre, lleva una vida normal trabajando en una rama de las fuerzas armadas. Hasta que un día en un viaje de bus camino al trabajo conoce a quien sería el amor y la pasión de su vida. Un general de 60 años, atractiv...