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Pasadas unas cuantas horas Eita despertó, no sabía cómo había logrado dormirse ante tal escena grotesca frente a él.
– Oigan, ¿Está muerto?
– Oyee~ ¿Estás vivo? —Tooru le dió varias cachetadas pero el tipo no reaccionaba— Kenma creo que lo ahorcaste muy fuerte.
– Pero si él estaba bien después de mi turno.
– Ay no jodas ¿¡Lo matamos!?
– Koushi no digas eso está claro que no- ¡AMIGO ESTE WN NO RESPIRA!
– ¡Hay que abandonar la escena del crimen! Cualquier cosa decimos que fue Eita.
– Aone tú no has visto nada ¿Ok?
El de hebras blancas suspiró y se acercó al hombre y comprobó si tenía pulso.
– Está vivo pero inconsciente, yo me encargo de esto, será mejor que se vayan.
– ¡Aone te amamos eres un rey, nunca dudé de tí!
Suga bufó al ver como su guardía lo ignoraba.
– Oh, Semi-san, despertaste.
Todos voltearon a mirar al beta quien les saludaba con la mano.
– Kanji, ¿Estás bien?
– Tendré pesadillas esta noche ¡Pero me siento muy bien!
– Y cómo no, si lo dejamos vuelto mierda.
– Yo digo que Eita nos sugiera para torturar a quienes hagan mal.
– Yo digo que mejor los llevo a terapia a todos.
– Porfis.
– ¡Oh, Kanji! Tienes que ver tu regalo.
El rubio pareció olvidarlo por completo aquel regalo por lo que sus ojos se iluminaron.
– ¿Qué hay adentro? ¿Lo hicieron todos? ¿Por qué es tan grande? No es algo raro ¿Cierto?
– ¿Qué tal si vamos a verlo? Y sí, lo hicimos todos.
Kogane comenzó a dar pequeños saltos, todos sonrieron por su emoción, Shigeru decidió imitarlo y de alguna forma los demás se unieron (excepto Semi, por supuesto) y ahora ya no eran aquel grupo respetado con un reconocimiento y aura intimidante, sino un grupo de tontos que andaban saltando hacia la celda del más alto de los diez.
Una vez llegaron Kogane se lanzó hacia el regalo para abrirlo con emoción.
– ¡Kenma! ¿¡Estás grabando!?
– Sí lo estoy.
Kogane miró incrédulo el contenido.
– ¿De dónde sacaron tantos dulces y peluches?
– En la cafetería me adoran —Dijo Atsumu con orgullo.
