Prólogo

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Todo era oscuridad... una interminable oscuridad que parecía que sería su casa de ahora en adelante. Asta Staria había muerto y ahora se encontraba en un lugar oscuro en la que no se podía ver nada... quizás esto era el descanso eterno, o quizás el infierno, no podía recordar nada de lo que le había pasado antes de su muerte, solo borrosos recuerdos de una dura batalla.

Después de varios segundos que parecían ser una eternidad frente a Asta se visualizaría un túnel en la que había luz... poco a poco esa luz se comenzaba a acercarse a paso lento a nuestro protagonista que solo daría un gran suspiro en señal de resignación al no saber lo que le esperaba esa luz, eso lo ponía nervioso y ansioso pero también emocionado.

Narra Asta:

Nunca creí en eso que la gente llama "La luz al final del túnel". Esos raros sucesos donde la gente, después de despertar de una experiencia cercana a la muerte, exclama emocionado: "¡Vi la luz!", con gotas de sudor frío cayendo por toda su cara. Sin embargo aquí estoy. En ese supuesto "túnel"

Pero... ¿cómo es que morí?. Mis recuerdos son muy borrosos, no logro recordar lo que pasó antes de mi muerte. Lo último que recuerdo es que fui atravesado por una espada... a sí, ahora lo recuerdo. Morí sacrificándome para poder salvar a todo el mundo de la destrucción. Después de todo. Yo era un Rey... y un rey debe sacrificarse por su gente.

¿Cómo morí?
Ahora lo sabrán

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País del Sol:

Fuego rojo había por todos lados, todo era un caos... personas muertas sin extremidades, algunas sin cabezas, y otros solo con sus espadas en el suelo. Elfos, enanos, humanos y diablos se encontraban tirados por todos el suelo como si una masacre hubiera sucedido en ese lugar, era algo sacado de una historia de pesadilla y por la sangre todo el lugar estaba teñido de sangre mientras el cielo era de un oscuro intenso... El sol no podía verse, solo las nubes negras y una lluvia de sangre. La tierra se había convertido en el mismísimo infierno.

Todo era desesperación, todo había acabado para los héroes... los malos habían ganado. Los capitanes de las órdenes de caballeros mágicas se encontraban en el suelo, algunos muertos brutalmente, otros moribundos pero sin extremidades. Los Toros Negros estaban en el suelo masacrados... habían perdido y ya nada se podía hacer contra los diablos supremos.

Muchos gritaban en el suelo con dolor y otros ya habían aceptado su destino suicidándose... el mundo sería conquistado por los diablos aunque intentaron detenerlo fue inútil.

Aunque todos elfos, los enanos, los humanos y todos los continentes se hayan unido en contra de los diablos no pudieron hacer nada y solo fueron a su tumba.

Encima de muchos cadáveres se encontraban tres tronos que estaban hechos de los huesos de las diferentes razas, en cada trono se podían ver siluetas de unos verdaderos demonios, tenían grandes cuernos y alas además de unas largas colas.

Estos tres demonios eran Lucifero, Beelzebub y Astaroth. Estos demonios tenían una gran sonrisa macabra en su rostro al ver toda la destrucción que había sido causada por ellos mismos y eso les encantaba.

Pero como dicen "en la oscuridad siempre hay esperanza", esta no era la excepción... pero esta vez la esperanza era la mismísima oscuridad.

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