Horas mágicas

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Dylan

Hace ocho días que el novio de mamá regresó y como era de esperarse llegó tomado y con lapiz labial en el cuello. Mamá como siempre lo pasó por alto, pero sé que le duele.

He decidido ya no meterme en la vida romántica de mamá. Es inútil intentar ayudarla cuando ella no quiere ser ayudada.

Durante estos ocho días tenía en mente a la niña jengibre, lo cual es extraño porque... literalmente invadía mis pensamientos, pero luego desaparecían cuando tenía que hacerme cargo del borracho.

Así es que en resumen... mi semana apestó y apenas pude salirme de casa fui directo a la biblioteca a dejarle una nota, espero y si la haya encontrado. Parece ser inteligente y astuta.

—Siento mucho la tardanza. —llega agitada.

—¿Llegaste corriendo?

—Algo así. —sonríe —¿Y cuál es el plan?

—Sígueme.

Comienzo a emprender camino hacía la estación del metro. Admito que no es uno de mis lugares favoritos, pero tenemos que tomarlo para poder llegar a nuestro destino.

Entramos al vagón y ambos nos quedamos parados a un lado de la puerta. Parece algo entusiasmada, ¿se emocionara por todo?

—¿Iremos muy lejos? —me mira.

—Lo sabrás cuando lo veas.

Baja la mirada mordiéndose el labio —¿Es un lugar grande?

La miro algo irritado. —Si te digo, se perderá la sorpresa.

—Ya veo... —se queda en silencio —¿Entonces te gustan las sorpresas?

—¿No dejarás de hacerme preguntas?

—Lo siento, solo tengo curiosidad.

—La curiosidad mató al gato, recuerda.

Frunce el ceño como un conejo y lleva su mirada hacía la ventana. Sin duda, disfruto hacerla enojar.

—Puedo preguntar, ¿dónde bajaremos?

—Ya lo has hecho y para tu respuesta dentro de dos estaciones más.

Asiente con la cabeza sonriendo y yo miro mi teléfono. Al parecer Iris necesita apoyo con el regalo para ese chico... Denis.

Minutos después salimos del metro, al salir nos encontramos con luces de navidad rodeando las calles.

Parece ser que todos los lugares están adornados... menos uno y ese será el lugar ideal para llevarla.

Al detenernos frente al gran reloj me quedo perplejo al igual que la niña jengibre.

—Parece ser que has elegido un lugar encantador. —sonríe, viendo hacía arriba.

¿En qué momento decidieron adornar este lugar? Y lo peor ¿por qué justo hoy?

Hacía años que no adornaban por aquí, por eso siempre venía, realmente era un lugar espantoso. Estaba valdío y ahora parece verbena.

—Creí que odiabas la navidad y sus llamativas decoraciones.

—Lo hago. —respondo entre dientes.

—Pues no parece. —echa una risita.

¡Esto es irritante!

Búfo y tensando la mandíbula comienzo a caminar hacía una de las bancas.

—¡Oye! no estuvo mal. —se sienta a un lado de mí.

Una vez en diciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora