Luces no tan brillantes

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Gigi

Al ver este lugar me he sentido con un poco de... tristeza, las calles son obscuras, las personas se ven tristes y con mucho frío.

Es increíble como nadie hace nada por estas personas, la gente rica debería de ayudarles o si quiera donarles en lugar de tirar sus cosas que aún funcionan.

—Me gusta tu gorro. —me mira el pequeño.

—Gracias. —sonrío —Toma, te lo regalo. —se lo doy.

—¿En serio?

Asiento con la cabeza. —Oh y también estos. —le doy mis guantes blancos.

—Dylan, espero y tu ángel no se desvista completamente.

Ríe haciendo remarcar su hoyuelo izquierdo. —Espero lo mismo.

—Por cierto... mi nombre es Gigi.

—Vaya, tu nombre es tan dulce como tú. —sonríe —Un gusto, mi nombre es Pablo y vivo cerca de aquí con mis dos hermanos.

—Yo también tengo hermanos... solo una y es mayor.

—¿Es igual de linda que tú?

Sonrío.  —Sin duda es hermosa y más que yo, me atrevo a decir.

—Increíble.

—Niño, deja de coquetear.

—¿Qué?, ¿acaso estás celoso?

Rueda los ojos mientras mueve la cabeza en negación. —Ve con tu mamá.

—Le diré que le mandas saludos. Hasta luego, ángel Gigi.

Rio. —Supongo que te veré luego, Pablo.

—Espero lo mismo.

Y se marcha corriendo con las cosas que le di hace un momento. Dylan me mira y en cuanto lo miro desvía su mirada.

¿Otra vez? ¿Qué significa?

—Vamos. —me indica.

Camino a un lado de él y al salir de ese barrio nos dirigimos al metro nuevamente.

Una vez estando sentados decido hablar.

—Jamás imaginé que esas personas carecieran de tanto.

—No todos pueden celebrar la navidad con una gran cena, con regalos bajo un enorme árbol y con calidez en sus casas. —se queda en silencio —Fue dulce el gesto.

—¿Qué gesto?

—Darle tu llamativo gorro y tus guantes.

—Bueno... de algo le ha de servir y además si puedo ayudar lo haré.

Me mira otra vez con esos ojos celestes tan profundos.

—¿Qué tienes en mente?

—Quiero hacer que disfruten de una buena navidad, quizá preparándoles una cena, enseñarles los villancicos y llevando una que otra decoración, en especial...

—No digas luces.

—Luces. —sonrío.

—De acuerdo, pero no lo harás sola.

—¿Me ayudarás?

—¿Tengo opción?

—De hecho sí, pero el hecho de que me ayudes ayudará a que tu espíritu navideño incremente.

—¿Así que también es para que me envenenes con tu espíritu navideño?

—En efecto. —sonrío inocentemente.

Suspira. —Bien, pero no me hago responsable si esto sale mal.

—Descuida, adornar y traer el espíritu navideño es mi especialidad.

—Eres una loca de la navidad ¿lo sabías?

—Me lo han dicho, gracias.

Sonríe negando con la cabeza. ¿A sonreído? ¿Y lo he causado yo? Esto ya es un gran avance y me siento triunfante.

Una vez en diciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora