La magia de los libros

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He estado observando a una pareja de ancianitos que se ha subido dos estaciones después.

Aveces me pregunto si... algún día llegaré a sentir ese sentimiento tan profundo y que te enloquece de alguna manera.

¿Grinch creerá en el amor?

Lo miro. —¿Crees en el amor?

Frunce el ceño por unos instantes y luego lame sus labios analizando la pregunta.

—No dudo en que exista, sin embargo, es algo peligroso y que si te dejas llevar te puede hundir.

—Bueno, pero entonces ¿crees que alguien pueda sentir ese nerviosismo, esa emoción, esa seguridad y comodidad al ver a la persona especial?

—Supongo, pero nunca sale bien.

—¿Te has enamorado?

—No. —dice fríamente.

—Ya veo.

—¿Y tú? —me mira de reojo.

—Mmm, creo que no. Digo... llegar a tal punto de imaginarme toda una vida con esa persona, jamás.

—Ya veo.

—¿No has tenido novia? O...

—Aquí bajamos.

Ambos nos levantamos y salimos del vagón para dirigirnos hacía la salida del metro.

Un tipo como él debe tener a muchas chicas babeando, pero supongo que huyen por su carácter, aunque se que tiene un alma buena.

—Bueno... gracias por la enseñanza.

—Aún no terminamos.

—Ah, ¿no?

—Iremos donde comenzamos hoy.

—Brillante.

Caminamos hasta llegar a la gran, bella y solitaria librería. Supongo que ahora si es todo ¿no?

—Pasa.

Rio, pero él me fulmina con la mirada. ¿En serio?

—Pero está cerrada.

Pone sus ojos en blanco y sacando una pequeña llave de su bolsillo abre la puerta.

—¿Cómo es que...

—Puedes entrar.

Entro algo confundida y sorprendida a la vez ¿por qué tiene la llave de este lugar?

Cierra la puerta detrás de él y enciende las luces de los estantes que están hasta el fondo, camina hacía una de las estanterías y se detiene en uno muy particular.

¿Navideños?

—Creí que no te gustaba la navidad.

—No me gusta, pero se que te ha impactado de cierta forma ver ese callejón. —dice mientras observa un libro con detenimiento.

—Bueno... sabía que no todos podían disfrutar de la navidad, pero... verlo fue otra cosa.

—Lo sé, por eso te tengo un buen libro.

—¿De navidad?, creí que no leías esas cosas, a excepción del cascanueces que... presiento fue solo una vez.

—Los leí hace un tiempo, pero ese no es el punto. Toma. —me extiende un libro y al leer el título hizo a que mi piel se erizara de inmediato.

—¿Qué hace este libro aquí?

Lo miro confundida y él solo eleva sus hombros.

—Esta historia la escribí cuando tenía... creí que estaba en el bote de basura... después de que...

Ni terminar unas oraciones puedo. Hace tiempo en la clase de literatura el profesor nos dejó relatar una historia con el significado de nuestro nombre y yo lo hice de navidad, en mi defensa diré que estábamos en esas fechas y la inspiración me invadió.

En cuanto lo leí enfrente de la clase... un chica no muy educada comenzó cuchichear y en el descanso vi que mi historia con portada navideña había terminado en el bote de basura. No me sentí triste, pero si me molesté y mucho, solo que para no crear problemas decidí dejarlo por la paz.

Respiro profundo. —¿Cómo fue que... llegó esto aquí?

—Supongo que alguien lo trajo. —responde mientras observa otros libros.

—¿Cómo sabías que estaba esto aquí?

—Alguna vez traje a mi hermana por estas fechas, vino a esta sección, le llamó la atención la portada y lo tomó. No le di importancia, pero lo recordé y vi que tenía tu nombre.

—Vaya.

—Y lo siento por... esa chica.

—¿Cómo sabes eso?

—Todos lo vieron, pero me pareció bastante infantil de su parte y decidí ignorarlo.

—No te culpo, yo tampoco hice nada.

—¿Por? —frunce el ceño confundido.

—Tenía mucho coraje, pero decidí dejarlo por la paz.

—Si que eres buena, niña jengibre.

—Supongo. —elevo mis hombros —Gracias... por esto.

—No hay nada que agradecer, de todos modos es tuyo.

Nos quedamos mirando una vez más. ¿Por qué pasa esto?

—Así que... tienes una hermana.

—Si, bueno... es apenas una niña.

—¿Y se llevan bien?

—Iré por un libro para leer.

—Bien... emmm, yo iré a leerlo quiero recordar como me sentía al escribir esto. —sonrío.

Asiente con la cabeza y me doy vuelta para ir a las escaleras y sentarme ahí mismo.

Los sillones están sobrevalorados, leer en el suelo siempre me ha parecido mejor.

Dylan

Me alejo un poco confundido por estos sentimientos que me han estado invadiendo durante toda la noche.

Decido ignorarlos y tomo un libro de suspenso. Nada mejor que adrenalina en el cuerpo.

Estoy a punto de sentarme cuando elevo mi mirada y veo que la niña jengibre está sobre las escaleras leyendo. ¿Acaso no tiene frío?

—¿No prefieres los sillones?

—La verdad es que no. —sonríe —Me parece más cómodo y divertido.

—¿Qué tiene de divertido el suelo frío?

—Averígualo. —con su mirada señala su costado para que me siente.

—Bien.

Tomo asiento y nuestros hombros rozan de lo angosto que están las escaleras. Su aroma a chocolate invade mis fosas nasales y su aliento cálido pasa por mi mejilla.

—¿Ves? es reconfortante ¿no?

—En realidad no.

—Vamos, ¿qué "pero" pondrás ahora?

—El suelo además de frío está duro y no hay espacio personal.

—Já, con que eres de esos.

—¿A qué te refieres?

—Sí, eres de los que si van en un autobús y alguien les pide permiso para poder pasar se molestan. Es como si les dieran asco las personas.

—No me dan asco, solo que me gusta tener cierta distancia.

—Ya veo. —entrecierra los ojos.

—Como sea.

Ambos volteamos a nuestros libros y sin decir más el maravilloso silencio nos invade, dejando como sonido el aire estruendoso de afuera.

Admito que esta noche la he pasado bastante bien, a pesar de su gran curiosidad hacía las cosas y sobre todo hacía mi vida.

Una vez en diciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora