Luces y libros rojos

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Dylan

Iris no ha dejado de molestar, así es que tomo el teléfono al ver que suena una vez más.

—¡¿Qué?! —respondo molesto.

—Lo siento, chico gruñón. Solo llamaba para decirte que es de suma importancia tu presencia en la fiesta.

—¿Por qué?

—Bueno... porque tengo planeado hacer algo y te necesito. Espero y llegues, será a las nueve. No faltes o iré por ti a rastras.

Cuelgo de mala gana y noto que ya son las ocho de la noche. No puede ser. Me he quedado dormido.

Me levanto y bajo a la cocina por un poco de agua.

—¿Necesita algo joven Dylan?

—Nada.

—Su madre ya le ha de ver comentado que su... novio salió de viaje y regresará hasta el lunes.

Sonrío sarcástico. —Imagino que su supuesto "viaje" —hago comillas —es por el trabajo.

—Eso creo.

Es una mentira. Se que cada vez que sale de viaje es para verse con otras chicas que no sea mamá.

A esto me refiero cuando digo que jamás podría verlo como un padre. Lo peor es que mamá lo sabe y no hace nada al respecto. No la entiendo.

Papá la amaba mucho y sé que no estaría feliz sabiendo la situación en la que se ha sometido mamá.

—Cariño. —entra mamá haciendo que salga la servidumbre.

—Uhm.

—Respecto a la plática de la tarde... yo...

—No hace falta. Tengo que irme. —dejo el vaso sobre el lava trastes.

—¿Adónde vas?

—Una fiesta. Regresaré hasta tarde.

Paso a un lado de ella y me encamino a mi habitación para darme una ducha. Se que dije que no iría, pero por ahora quiero distraerme.

Bajo del auto y sacando el boleto se lo enseño al hombre que está en la puerta. Entro y noto como está esa chica molesta hablando con una servidumbre.

Al parecer le ha pedido su abrigo, pero ella le ha dicho que no. Apuesto a que lleva un atuendo bastante llamativo y lo sé porqué logro ver pequeños listones rojos que sobresalen por debajo del abrigo.

Me encamino en busca de un lugar sin ruido para poder leer sin que me molesten gritos o música.

Encuentro el lugar y sin pensarlo tomo asiento en uno de los sillones de piel.

—¡Pasen! —entra Iris abriendo la puerta de un golpe.

—Que lugar tan lindo. —menciona la rubia de la vez pasada.

—Si... mi tía es una mujer con bastante dinero.

—Si que lo es. —menciona un chico que jamás había visto, pero parece ser amigo de la rubia.

—¡Si viniste, Dylan! —dice emocionada Iris.

Hago una mueca tensando mi mandíbula al sentir como toca mi hombro.

—Bueno... iré por alguien más. —y sin decir más, sale de la habitación.

—¿Qué tal Dylan? —se acerca Bruno —Creí que estarías abajo.

—Pues no lo estoy.

—La idea de Iris les va a fascinar.

—Cabe recalcar que también fue nuestra idea. —dice Zac.

Una vez en diciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora