ʏᴏᴜʀ ꜱᴛᴏʀʏ ɪɴ ᴛʜᴇ ᴛɪᴍᴇʟɪɴᴇ

30 3 0
                                    

ʏᴏᴜʀ ꜱᴛᴏʀʏ ɪɴ ᴛʜᴇ ᴛɪᴍᴇʟɪɴᴇ

𝟕

Mis rodillas temblaron como nunca antes. Mi mente se nubló a tal punto que olvidé el motivo de mi existencia. Viéndome obligado a hacer un intento desesperado por mantener la poca cordura restante que me quedaba. Mi mano alcanzó a agarrarse a una de las ramas del árbol, implorandole que no le dejara caer. Instintivamente mis dos manos terminaron en el árbol, recorriendo este con mis dedos como si algo fuese a cambiar lo sucedido.

Como si volver a abrir la puerta fuese posible. Tuve que maldecirme por no haber considerado la posibilidad de que algo así sucediese.

Y tal y como la puerta de los sueños inalcanzables se abrió sin motivo alguno, esta volvió a cerrarse bajo las mismas pretexiones por las que se abrió. Sin explicación alguna, y resultando el evento más fortuito de Edén desde la creación de mi existencia.

Un grito escapó de mi garganta. Lágrimas cayeron por mis mejillas con rabia, deslizándose cual cristales puros por mi piel blanquecina. Lloré y grité hasta que la luna estuvo alta en el cielo. Machacando mi esperanza de que fuese una cuestión temporal, de que eventualmente las puertas se abriesen y me dejasen volver al mundo de los sueños. Volver a recorrer todo lo que siempre deseé que fuese real se volvió imposible.

No pude evitar imaginar la decepción que Jisung sentiría al encontrar la ausencia de mi persona permanentemente. Él había sido lo mejor que me había pasado desde que tengo uso de consciencia. Siendo la serendipia que encontré entre los recovecos perdidos de un mundo extraño. Siendo indudablemente el allazgos afortunado que necesitaba para mantenerme cuerdo en este mundo.

Con toda mi ilusión y felicidad arrebatados. Después de haber pasado una de las noches más memorables de mi vida. No tuve más opción que arrastrar mis pies hasta el castillo de nuevo. El reloj marcaba apenas las diez de la noche cuando me rendí por completo.

Saltando la verja de nuevo sintiendo lo agridulce que era en aquella ocasión. No me molesté en ocultar de dónde venía. Sabiendo que probablemente de los cientos de niños que había en Edén, alguno podría estar mirando por la ventana de su cuarto mientras yo saltaba la verja.

No dudaba del castigo que mañana recibiría. Alguien le diría de mi escapada a Eva, y esta no dudaría en enviar a Adam a por mí con los primeros rayos de Sol.

Las palabras de Yeri del otro día volvieron a romper las barreras de mi cabeza. Estaba devastado. Habiendo perdido todo lo que siempre había querido. ¿Era eso bastante para rendirme como todos tanto deseaban que lo hiciese? ¿Realmente la única solución a mi desgracia sería morder una manzana y dejar de existir para siempre?

No. Es imposible que el destino sea tan injusto. Indudablemente la vida estaba en mi contra, llegando a odiarme. Pero, ¿Tanto como para llevarme hasta el punto de abandonarla? ¿De renunciar a la esperanza?

Me costaba respirar, genuinamente me costaba meter aire en mis pulmones. Llegué a la habitación agotado y no precisamente de subir tres tramos de escaleras. Mis manos fueron a parar a la barandilla de la ventana, aferrándome a esta por mi vida. Viendo como la luna que yo había adorado tanto tiempo se mofaba de mi. El negro que se había vuelto mi refugio me cerró sus puertas. La luz de mi interior se había apagado, obligándome a encender una ficticia que dependía de mi propia estabilidad mental.

Olvidé cuando mis lágrimas habían vuelto a caer. No sabía siquiera si habían llegado a detenerse.

Me dejé caer en la cama, ignorando mi existencia de nuevo. Deseando de nuevo volver a dormir para no existir. Esta vez con temor de no tener la voluntad de no volver a despertar.

ᴅᴇᴊᴀ ᴠᴜ (ᴍɪɴꜱᴜɴɢ) [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora