VI-Denver

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Todo, literalmente todo se estaba yendo a la mierda. Y no era algo que a Denver no se le pasara por alto, notaba la tensión que estaban juntando todos, tras las largas horas de sueño privado. Notaba el dolor de Helsinki por su primo, notaba el cansancio en los ojos de su padre, notaba la ira corrosiva que carcomía a Rio, notaba la manera en la cual Nairobi apretaba sus puños cada vez más, con una impotencia que se veía en sus rasgos exóticos, notaba la forma en la cual parecía ser que Berlín quería llamar por completo la atención de Palermo en todo momento siendo completamente ignorado por el mismo, cómo también, notaba como parecía ser que el único que simulaba estar en calma era Palermo.

Cumpliendo sus guardias sin falta, tal como se habían organizados, parecía ser el único que a este momento parecía haber estado adhiriéndose al plan por completo, a raja tabla. Pero algo estaba mal, lo notaba en la forma en la que ni siquiera le dedicaba más que una mirada a Berlín, que literalmente se estaba volviendo loco bajo esa mascara de tranquilidad que quería mostrar. En contadas ocasiones, incluso Denver pudo ser testigo del cómo al Palermo pasar por al lado de su líder en algún cambio de guardia, este había estirado su brazo disimuladamente para tomarle del brazo, siendo brutalmente rechazado por el argentino, no sin antes darle una débil pero feroz advertencia con esos ojos azules.

Denver podía ser un gilipolla algunas veces, pero podía asegurar que durante el tiempo que les llevó conocerse en esa casa mientras aprendían el plan, había notado aquella extraña pero siniestra relación entre ellos dos. El Profesor, había sido claro: el líder era Berlín, pero en caso de que algo llegara a sucederle a este mismo, su puesto debía se inmediatamente tomado por Palermo. Sin embargo, con esa distancia que había estado presente entre ellos dos últimamente... Eso quedaba en duda....

Por eso, cuando Nairobi le hizo notar esa brecha que había entre ellos, cómo una oportunidad para hacer un golpe de estado, él no dudo en ningún momento que tuviera éxito. Le caía bien Palermo, era un tipo majo que había compartido con él la pasión por el futbol y por el alcohol, por otra parte odiaba a Berlín y estaba harto de él. Además Berlín ya estaba desviándose del plan, desde el momento en que cruzaron por esa puerta. Era lo mejor para todos.

Sin embargo, fue ingenuo al pensar de que a pesar de esa severa distancia entre ellos, Palermo iba a aceptar el golpe de estado tan sumisamente.

En ocasiones como esa se olvida lo peligroso que podía ser ese argentino con un arma, lo había demostrado en el campo de entrenamiento, junto con Berlín y los serbios (Palermo sabía usar armamento militar y tenía una puntería perfecta). Ya que cuando el cuerpo de Berlín se desplomo sobre la mesa completamente inconsciente, Palermo (que estaba del otro lado de la sala) no tardo nada en posicionarse justo detrás de Denver y desarmarlo con facilidad, apuntando con su propia hacía Nairobi en la sien sacándole el seguro a su arma con rapidez, mientras plantaba un rodillazo sobre su abdomen robándole el aliento dejándolo desarmado y fuera de juego.

De inmediato, Helsinki no vacilo en amenazarlo él en su lugar, mientras Nairobi valientemente alzaba su mentón en alto, desafiante. Cortando su discurso con el profesor, mientras miraba a Palermo con altanería.

—Empieza el matriarcado...— susurró, haciendo en los dientes de Palermo se mostraran en un gruñido bajo.

—Apégate al Plan, Nairobi. Es por tu bien...—susurró, con un tono ronco y con su acento mucho más marcado de lo usual, que hizo que inconscientemente Denver vacilara en su decisión de seguir a Nairobi. Mirando hacía la cámara por encima del cañón del arma de Helsinki que se había posado mucho más cerca de él, preguntó con seriedad— Profesor...Decida...— con Nairobi, rápidamente poniendo en alta voz el teléfono rojo, todos fueron testigos de cómo el Profesor dijo sin dudar.

Creo que Nairobi se encuentra más capacitada que ustedes dos en estos momentos de dirigir...— Para Denver, que estaba tan cerca de él, no le paso por alto la manera abrupta en la cual cierto sentimiento de traición y resentimiento se ganó las fracciones del cuerpo y el rostro de Palermo al escuchar eso.

Tomándose unos momentos para mirar la cámara una vez más, el argentino bajo el arma con lentitud, alzando su mentón en alto— Por qué no me sorprende...— susurró para sí mismo, pero sonaba más cómo algo para el profesor que para otra persona— Revelaste la identidad de Berlín y ahora nuevamente, traicionas tu propia palabra. Sos tan cagón y patético, espero que estés preparado a abstenerte a las consecuencias, querido— habló con un tono cínico, poniendo el seguro nuevamente al arma de Denver, entregándosela con un empujón, antes de apartar a Nairobi de la mesa, para alzar a Berlín de un brazo y encaminarlo hacía uno de los sillones cercanos, dando por finalizada la conversación y presentando su clara derrota.

Palermo...Yo no...— Se escuchó la voz del Profesor aún por el teléfono en alta voz.

Desplomándolo a Berlín con suavidad sobre el sofá, observó la herida sangrante sobre su cabeza con cuidado. Ordenando con voz clara— Helsinki, botiquín— Sin más, limpiando la herida con cuidado, se concentró en su tarea con precisión, ignorándolos a todos los de la sala, incluso a ese hombre que trataba de comunicarse con él por el teléfono.

Denver, podía estar loco o algo paranoico, pero definitivamente pudo ver la manera en la cual los ojos de Palermo parecieron estar algo tristes y preocupados cuando les dio la espalda a todos, observando aquella herida.

Para él esos dos eran dos sociópatas. Pero por lo visto, a lo largo de observar toda esa dinámica que habían tenido, se preocupaban el uno por el otro. Quizás por eso el profesor les había dicho que debían respetar las reglas. Una relación aquí no sería muy beneficiosa, y al pensar en ello, inmediatamente se le vino a la mente Mónica. ¿Estaba haciendo lo correcto?

Sin relaciones personales [Berlín x Palermo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora