Masticando un poco el pan que le quedaba de su sándwich, tiró la botella de agua y la servilleta usada a la basura, no sin antes limpiar con ella las pequeñas migajas que se habían atorado en su barba. Era su hora del almuerzo y con su hora de descanso ya empezando, se le hizo buena idea tomarse unos minutos para alimentarse, asearse y dormir un poco. Por eso, entrando a unos cubículos, haciendo un sobreesfuerzo para que su enorme figura se acomodará en ese pequeño lugar, se relajó con un suspiro tranquilo mientras intentaba quitarse del todo ese mono rojo.
O bueno, en eso estaba antes de que la puerta de entrada literalmente fuera abierta con brusquedad y unas pesadas botas se acercaran a la zona del lavamanos, en conjunto con unas manos abrían una de las canillas con fuerza. Aguardando en silencio, él rápidamente dejó su tarea de lado bajando la tapa del retrete en silencio, para sentarse cómodamente con su mono atado en su cintura. Conocía esa respiración.
Palermo, se notaba agitado o eso demostraba la forma en la cual su respiración parecía estar agitada por alguna razón. Y la manera en la cual parecía estar frotando su cara con brusquedad contra sus manos con agua.
Estaba a punto de hacer notar su presencia, salir para preguntarle si estaba bien, cuando la puerta de nuevo se abrió, está vez con menos ruido y unos agiles pasos se abrieron paso hacía el baño, cómo si un enorme felino se hiciera presente en la habitación. Obligándolo a quedarse quieto en su lugar, en silencio.
—¿Te puedes dejar de comportar tan infantil?— Escuchó que la voz suave y elegante de Berlín le hablaba, sin obtener respuestas del argentino. Luego de unos segundos, pareció sacar de sus casillas a Berlín que con tono molesto, susurró— ¿Ni siquiera me mirarás?— Él, no conocía del todo ese al que ellos llamaban Berlín, pero de algo estaba completamente seguro: era su líder, por eso nadie debía obedecer y también...
Él tenía algo con Palermo.
Eso lo demostraba la manera en la cual tendía a mirarlo cuando el argentino con todo el descaro del mundo, tendía a coquetearle o a tocarle el culo cuando pasaba por su lado. O la manera en la que parecía importarle una mierda la opinión de todos, menos la del ingeniero, que con tan solo dedicarle una mirada de reojo, parecía estarle diciendo todo.
Pero también lo demostró, la clara amenaza que recibió la primera noche en esa casa abandonada, por parte de Berlín, cuando el argentino sin vacilar, luego de unos tragos le propuso subir arriba para una paja rápida. De hecho, si no hubiese sido por eso, él con mucho gusto se hubiera acostado con Palermo.
Era un hombre, que nunca antes había visto. Que a pesar de sus años, con su piel besada por el sol y esos ojos azules que en ocasiones tendían a ponerse grises, dependiendo de cómo estuviera el día, tenía una belleza exótica y exquisita. Helsinki, era un hombre de guerra, había visto la muerte, la sangre, el dolor en primera persona, por eso sabía muy bien lo que debía tener un hombre en su carácter, para ganarse una parte de su respeto. Palermo, no tenía el carácter de un ingeniero, tenía el carácter de un militar y eso lo demostraba en cada momento que parecía analizar todo con una frialdad aterradora. Era admirable.
Era hermoso, era cómo un caro, raro y costoso vino, que él jamás se hubiera podido permitir.
Pero algo que definitivamente le llamaba la atención a él, era su sonrisa. Se veía tan bonito sonriendo y con ese brillo llamativo en sus ojos. Era un hombre que tentaba a la curiosidad, por saber cómo se vería con esa sonrisa y esos ojos, entre las sabanas por la mañana.
Que no se resistió a preguntarse internamente, para sí mismo: ¿Qué hubiera pasado si ellos, se hubieran conocido sin Berlín estando vivo?
Quizás, él hubiera tenido una oportunidad.
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Sin relaciones personales [Berlín x Palermo]
RomanceCuando el Profesor, les aclaró "Sin relaciones personales". De alguna manera, todos supieron que esa regla, no recaía en Berlín y Palermo, el hombre al mando del atraco y su mano derecha. Cada vez que los miembros de la banda se dieron cuenta de que...