¿Dónde estás?

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10

Billy se había mudado a Hawkins hace un tiempo ya. La despedida no fue nada sentimental debido a que el padre de Billy estaba presente.
Ambos se abrazaron y prometieron llamarse seguido para no perder el contacto.

Fue difícil para Liam despedirse del rubio, pero era momento de que hubiera un cambio en la vida de Hargrove, y eso implicaba una evidente mudanza. Liam se repetía que todo era para un bien mayor, que pronto Billy lo visitaría y que incluso podría llegar a cambiar.

Todas las semanas Liam recibía al menos una carta de parte de Billy, y hablaban muy seguido por teléfono. Las cartas eran solo para bromear entre ellos, y decirse lo que no se animaban a contar en persona o por teléfono.
Las cartas de Billy eran largas y detalladas. Solía contar los sucesos más importantes de su semana, o contarle con quien salía o tenía citas y en los costados siempre había un par de bocetos que Billy hacia cuando se aburría. El rubio parecía estar bien en Hawkins, incluso podría decirse que parecía más feliz. Pero en todas y cada una de esas cartas, había cierta parte donde detallaba extensamente la manera en la que extrañaba al pelinegro.
Aquel tipo de aspecto rudo e irresponsable, resultaba ser todo lo contrario, especialmente cuando se trataba de su mejor amigo, Liam.

Las cartas de Liam solían ser un poco más cortas que las del rubio. Nada cambiaba o mejoraba en la vida del pelinegro, así que prefería darle más importancia a lo que aquel rubio le contaba emocionado en todas esas cartas. Y Liam tampoco pensaba contarle lo que pasaba en su día a día, las cartas se tornarían totalmente monótonas y deprimentes. Aguantar los constantes gritos y maltratos de su tío no eran lo más divertido o interesante de leer.

Algo que se había vuelto común entre ellos era enviarse cassetes. Cuando el rubio escuchaba una canción que le gustaba y le hacía recordar a Liam este se la enviaba rápidamente. El pelinegro hacía lo mismo, pero de vez en cuando, le enviaba un cassete de alguna canción compuesta por él mismo. Billy adoraba todas y cada una de las canciones que Liam escribía, solía decirle que sería un músico increíble y se llenaría de mujeres y hombres, pero el siempre sería su fan número uno.

Aquel intercambio de cartas y cassetes era lo que mantenían vivo y consciente al pelinegro que no podía pensar en otra cosa que en su rubio.

Un día, mientras Liam volvía de revisar el buzón por cuarta vez, se sintió confundido. Esa semana no había recibido ni una sola carta del rubio, ni siquiera una sola llamada.
Esa desconexión de parte del rubio le extrañaba, Billy siempre era el primero en llamarlo o enviarle cartas. Pero eran las siete de la noche de un sabado y aún no tenía noticias de aquel rubio.

Se tiró en su cama y pensó, tal vez, Billy ya encontró otra cosa en la que gastar su tiempo, y ya no lo necesitaba más. Y si Hargrove se había conseguido otro mejor amigo, que viviera más cerca y estuviese pendiente a él todo el tiempo. Esos pensamientos abrumaban la cabeza de Liam, quien poco a poco se quedó dormido pensando en que podría haberle pasado. Incluso pensó en visitar al rubio para verificar que estuviese bien, pero rápidamente se dio cuenta de que si su padre estaba presente todo sería un caos, y probablemente todo terminaría en la mismísima mierda.

Al día siguiente, se levantó y sin cambiarse o lavarse los dientes corrió al buzón, pensando que la carta habría llegado con atraso, pero ya estaría allí. Pero cuando abrió el buzón, no había nada allí, nada más que un par de facturas que pagar y cupones de descuento. El pelinegro entró a la casa desilusionado y se tiró en el suelo de su habitación, mientras escuchaba su cassete de  "Paranoid" , recordando que hace un tiempo le había regalado un cassete exactamente igual al rubio. Mientras se ahogaba en su mar de pensamientos, decidió plasmarlo todo en su preciado cuaderno, pero solo salían letras deprimentes y melancolicas.
Y así pasó el día del pelinegro, aburrido y preocupado por Hargrove, quien aún no daba ni una sola señal de vida.

El lunes por la mañana, Liam revisó el buzón nuevamente, encontrandose con lo mismo de ayer y anteayer. Se puso sus auriculares y emprendió camino a la escuela, recordando todas las veces que Billy lo llevó en su auto a la escuela, mientras escuchaban rock y ,a veces algo de metal. Sin darse cuenta se le escapó una sonrisa boba, de la cual se dio cuenta rapido y volvió a dibujar en su cara esa expresión seria y monótona que siempre se mantiene ahí.

Al llegar de la escuela ni siquiera revisó el buzón. No saludó a nadie y volvió a encerrarse en su habitación. Se sentó en su cama y vio una hojas boceteadas, llenas del rostro en detalle del rubio.

—¡Liam, para ti! —Gritó Benjamin desde abajo.

Liam se paró emocionado y corrió a la cocina como si se tratara de las mismísimas olimpiadas. Tomó el teléfono rapido y le hizo una seña al niño para que se fuera de la cocina.

—¿Hola? —Preguntó emocionado, obviamente esperando que del otro lado contestara el rubio.

—¿Liam? —Preguntó una voz femenina desde el otro lado del teléfono.

Cynical Eyes 2 -Eddie Munson x MaleOc.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora