Capítulo 2

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 Hace diez años mi abuelo, mi mejor amigo, me dejó solo en aquella cabaña vieja comprada por mi madre antes de que naciera. Quedé en custodia de mi madrina, quien no había conocido hasta que me dejaron con ella y solo tuve tiempo de conocerla por un par de meses hasta que me gané una beca para ir al internado más relevante del país, mudándome de mi vieja y destruida morada con recuerdos nublosos a aquel gran internado de ciudad.

Agarre un fuerte apego a mi madrina, se parecía tanto a mi madre...en mi casa éramos nueve hijos, tenía cinco hermanas y tres hermanos, todos murieron junto con mis padres por la enfermedad; a veces me pregunto si en realidad habrá sido equivalente la vida de mi familia y mi futuro, es de esa clase de cosas que no me dejan dormir por las noches.

Mi madrina sostuvo con sus frías manos las mías, sacándome de mis pensamientos nostálgicos y regalándome una cálida sonrisa.

-Peter, ya es tarde, vete yendo hijo-su voz era dulce y calmada, siempre odiaba el momento de despedirme de ella, no quería dejarla, era lo único que me quedaba, o, aunque sea, lo único vivo.

-Puedo regresar al empezar el año, perder tres meses no es tanto; no quiero dejarte ahora-mi voz se iba cortando.

Mi madrina, al igual que el resto de mi familia se infectó de la enfermedad, quedándole actualmente tres meses de vida aproximadamente. Al vivir en una zona rural como en la que estábamos, la vegetación en masa no era algo nuevo, ese era el problema, al tener tantas partes para desarrollar la Hamartia, aquellos que vivían en pueblos como este se empezaron a enfermar, esparciendo esta enfermedad rápidamente entre las personas cercanas a las víctimas.

La gente del pueblo se empezó a mudar a la ciudad, aunque muchos fueron rechazados por cargar la enfermedad, o simplemente por la poca educación que traían consigo.

Mi familia en cambio, se quedó en el mismo lugar que siempre; nuestra economía se basaba en las ganancias que conseguía mi padre de vender frutas y verduras en un mercado al por mayor, y alguna que otra prenda que cosía mi madre a damas de mucho dinero que pasaban por el pueblo; pero al tiempo, mi padre se enfermó, dejando a cargo a sus hijos de las cosechas, como yo no era muy amante del campo, no ayudaba en casi nada, quedándome encerrado leyendo algún libro, mi madre siempre me protegía, dejándome a mi junto con mis hermanas en la casa, aunque a algunas de ellas no les gustase la idea de quedarse, mandando a mis otros hermanos a trabajar al campo, pues a ellos si les interesaba eso, tal vez por eso no me enfermé, o solamente fue mala suerte.

-Peter no salgas con estupideces, perder tres meses es algo grave, recuerda que tú no estás ahí porque tengas el dinero, estás ahí por tu trabajo y esfuerzo, una falla y te pueden sacar en cualquier momento, no me hagas eso-.

-Volveré apenas pueda-le di un abrazo a mi madrina y me quedé ahí en silencio.

-Toma-colocó en mi mano una cierta cantidad de dinero-Cómprate un helado con tu amiga... ¿cómo era? -.

- ¿Pepper? -.

- ¡Sí, con ella! Al regresar invítale un helado, debe estar preocupada por ti. Es una jovencita muy amable, no te alejes de ella-me giñó un ojo y suspiré sonriendo.

-Gracias, me encargaré de invitarle un café o un chocolate, como amigos-.

- ¡¿Y el helado?!-.

-Es otoño, ya casi empieza invierno, no creo que le apetezca-reí secamente.

-Cuídate Peter-me miró fijamente a los ojos, su cara arrugada y pálida y su cabello canoso, cuanto la extrañaría de hoy a siempre.

-Volveré antes de los tres meses si es necesario-dije serio.

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