Tacto

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Tocar la bella piel de Tobio. Besarla, lamerla, atesorarla, sobre todo amarla.

Porque Tobio merecía eso amor.

Sentarlo en mi regazo y llenar de besos su cuello, olerlo, quedarme allí eternamente, sintiendo el amor en carne propia.

Sintiéndome el más afortunado de todos,

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A Hinata se lo estaba consumiendo la vida.

Se había olvidado por completo de los problemas que lo aquejaban, por fin había encontrado una razón para no pensar en el delicado estado de salud de su tan apreciada visión,

Pero había un problema, la vida junto a Tobio se le estaba pasando más rápido, mucho más. Y cada día era un poco más difícil.

Hinata Sensei tamborileo su lápiz en la mesa de su escritorio.

El otoño había empezado con todas sus fuerzas, y aquel primer día de exámenes, hacia bastante frio.

Limpio sus gafas por enésima vez, pero aun así se seguía empáñando gracias a la calefacción.

Achico la vista para ver a Tobio, y lo encontró concentrado en su hoja.

Mordió su labio inferior, y de solo verle allí, la vida se le consumió un poco más.

...

Había pasado, más de un mes desde aquella vez que Tobio le enseño algunas cosas. Si a su edad, logro enseñarle.

Pero, eso lo estaba quemando por dentro.

Porque Tobio demandaba todo su tiempo libre. Y aunque él amaba eso, después de todo, ya se lo había dicho, era un hombre, y los hombres necesitaban tener sexo, mas cuando un joven tan hermoso como Tobio, solía dormirse sobre él o junto a él, y no solo eso, le gustaba antes de dormir, darle una buena lección a su maestro sobre el sentido del gusto, y su boca quedaba hasta un tanto hinchada y rojiza. Pero...Hinata quedaba mal trecho con eso.

A veces se sorprendía, Tobio no parecía inmutarse con aquellas acciones, él en cambio había aumentado sus dosis de masturbaciones diarias, y no era algo que le agradaba mucho, a su edad, prefería tener sexo y sacarse las ganas de una manera más simple y efectiva.

Sensei, después pensaba, que tal vez era posible que no tuviese demasiado atractivo como para generarle una erección a Tobio, a pesar de tenerle encima no había prestado atención a ver si se excitaba o no.

Esas cosas solían desvelarle algunas noches.

También, se había vuelto una costumbre pasar las noches en casa de su alumno, y era una rutina por demás satisfactoria.

Ya no tomaba el tren para ir a su casa, en camino caminaba hasta la de su alumno, y ese ejercicio diario, estaba dando buenos resultados.

A veces platicaban hasta el cansancio, otras solo caminaban, pero no había silencios incómodos, porque Tobio le sonreía abiertamente y caminaba a su par, dándoles una felicidad que pocas veces había sentido.

Muchas veces, en las últimas noches de verano, ambos disfrutaban del canto de los grillos o el sonido de las ranas. También Tobio le había dicho, que había ciertos atardeceres que tenían un olor particular. Que un futuro, estaba más que seguro, cuando volviera a vivir a esos atardeceres, podría evocar ese momento y algunos más. Solo debía prestar atención.

Hinata estaba fascinado con eso, era un nuevo mundo, tan pero tan simple, que él había pasado por alto tan veces, y ahora era feliz de detenerse a cada instante y disfrutar de ello. Sin quererlo o pensarlo, vivir así, era la manera más fácil de inmortalizar aquellas cosas que él tanto quería recordar por siempre.

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