Epilogo

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Un año después.

....

...

La vida no me ha sido fácil. Menos aun desde el ultimo día que le vi.

Me ha dolido el alma hasta entonces.

Y no es que no ha sido fácil porque he perdido uno de mis sentidos, sino porque no me atreví pedirle que se quedara. No me permití el hecho de arruinar su futuro conmigo.

Si es que hoy, se me da otra oportunidad, sería tan egocéntrico, tan egoísta como dice mi madre que soy. Le imploraría que se quedara, que dejara todo por mi y solo me amase. Que se duerma acariciando mi ser. Que se dedicara el resto de su vida a hacerme feliz. Solo eso.

No, estas palabras, no pueden ser escritas en una hoja de Word, ya no puedo hacer eso.

Ya no puedo hacer muchas cosas.

Solo, puedo grabarlas, volcarlas en una vieja grabadora.

Natsu me proporciona a diario casetes, donde en la intimidad de un cuarto doblemente oscuro, me desahogo de mis sentires.

De todas las cosas que rondan mi cabeza.

Natsu ha prometido no escucharla, y espero que así sea, pero cuando se trata de privacidad, soy un jodido desconfiando.

Hasta el momento, no me había atrevido a hablar de él. Pero hoy ya no puedo más.

Las palabras se agolpan en mi boca, salen solas, de la manera más cruel, triste y solitaria.

Solo para decir sin temor alguno, que te extraño.

Te extraño tanto Tobio.

Tu olor, tu risa, tu piel, tu inconfundible sabor.

Extraño tus ojos, tan azules, tan profundos.

Te extraño en la risa ajena, en el sonido de la lluvia, en el olor del pasto recién cortado. Te extraño en el simple hecho de mi vida diaria. De sentir tan sola la cama.

Simplemente eso... Ah y como olvidarlo, Te amo. Debes saber que Te amo, como jamás lo he hecho. Y que el dolor que me provoca, no se compara a los recuerdos vividos. Pero puedo jurarte, Tobio, que me está matando, lentamente me está dejando sin nada.

Tu recuerdo, está acabando conmigo.

...

Suelta lentamente el botón de grabar, y se queda en silencio. Como siempre.

El recuerdo de Tobio penetra cada rincón de aquella habitación donde se confiesa cada tarde.

Hinata espera que su hermana salga por algún motivo, para aventurarse en aquel lugar a dar rienda suelta de imaginación, de esas palabras que no pueden ser escuchadas, menos aun expresadas de cualquier forma.

Se toma el tiempo que sea necesario.

Natsu ha prometido no escucharlas, pero ha quebrado su palabra.

Y siente el pecho tan oprimido. Shouyou no merece sufrir así.

A la edad de 31 años, es un ermitaño. A penas si sale de su casa, y pasa el tiempo frente a una ventana, intentado ver la nada misma.

Y a pesar de que su ceguera es relativamente nueva, no había sido lo que esperaba. Pensaba que eso le ahuyentaría el fantasma. Pero no. Tobio estaba allí, mas fuerte.

Se queda horas frente al sol de invierno. Recordando su forma, sintiendo en la piel, esa suave calidad que le podía llegar a proporcionar, a través del cristal opaco de aquella ventana.

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