Poco tiempo después de la aventura del caballo, se organizaron en diferentes grupos y partieron hacia el desierto Gerudo. Prunia e Impa se dirigieron juntas a la ciudadela para coordinar la llegada, mientras que Link y la princesa se quedaron en un bazar cercano, con el objetivo de reabastecerse de provisiones y encontrar alojamiento si no podían ser recibidos ese mismo día. Zelda había memorizado perfectamente el camino y planeaba escapar de su escolta para ir por su cuenta a la ciudadela Gerudo, ansiosa por ver a Urbosa, ya que las ansias de verla y su desagrado hacia Link la impulsaban.
Aprovechando un momento de distracción de Link mientras compraba comida, Zelda se escabulló. Creyó que su escapada sería sencilla, pero no se dio cuenta de que un pequeño grupo de miembros del Clan Yiga la estaba acechando. Link, al notar la ausencia de la princesa, buscó rápidamente con la mirada posibles lugares donde podría estar. El manantial no era una opción, y tampoco en los hospedajes, ya que él tenía el dinero para pagar. Entonces, decidió buscar más allá del pequeño bazar. A unos treinta metros, la vio corriendo, perseguida por los Yiga. Su carrera era torpe debido a la arena y al miedo que la paralizaba. Link corrió con todas sus fuerzas y llegó justo a tiempo; Zelda había caído y uno de los Yiga, con la espada en alto, estaba a punto de asestar un golpe mortal. Link intervino, derrotando rápidamente al agresor y colocándose frente a Zelda, con las piernas abiertas y la espada firme en su mano. Los otros dos atacaron, pero Link los venció con movimientos rápidos, aunque no sin recibir un corte en el brazo derecho mientras se defendía.
—¡Link! Tu brazo —exclamó Zelda, preocupada.
—No importa, Alteza. Debemos irnos antes de que vengan más enemigos.
—Claro que importa. Una vez que lleguemos, te curaré esa herida. Y no aceptaré un no por respuesta —sentenció Zelda, con una mirada de preocupación.
—De acuerdo, dejaré que me cures —respondió Link, cediendo, aunque pensaba que bastaría con una venda.
Al regresar al bazar, se encontraron con una Impa visiblemente enfadada y Prunia, quien estaba fascinada con las mercancías Gerudo.
—¡Alteza, ¿dónde estaba?! —exclamó Impa, molesta.
—Lo siento, quise escapar de Link, y en un momento de descuido, un grupo de Yiga me acorraló —dijo Zelda, apenada.
—Impa, aquí está la princesa. La estabas buscando, ¿no? —intervino Prunia.
—Prunia, no me hables, estoy muy molesta con tu falta de preocupación.
—Impa, no seas tan severa con ella. No todos somos tan atentos como tú —intercedió Zelda, tratando de suavizar la situación.
—Está bien. ¿Qué le pasó a Link? —preguntó Impa, tras tomar una gran bocanada de aire para calmarse.
—Ah, este...
—Nos atacaron unos miembros del Clan Yiga. Para protegerme, usé mi brazo y recibí un corte. Le dije a su Alteza que no era gran cosa, pero ella insiste en que lo es. ¿Podrías ayudarme a convencerla? —dijo Link, mirando a los ojos rojos de Impa.
—Diosas... Me encantaría ayudarte, Link, pero esa herida tiene mala pinta y existe la posibilidad de que la espada o daga estuviera envenenada. Así que estoy de acuerdo con la princesa. Una vez que termine de curarte, vendrás conmigo. Necesitamos hablar seriamente.
Después de atender a la princesa y enterarse de lo sucedido, Impa tomó la bolsa de rupias de Link para alquilar habitaciones, ya que las Gerudo informaron que su matriarca estaba fuera en una redada contra la guarida del Clan Yiga y no regresarían hasta dentro de unos días. En caso de que no regresara, tendrían dos opciones: irse y volver cuando estuviera en la ciudadela o acompañar a las guerreras en la búsqueda de su matriarca. Para Impa, era la oportunidad perfecta para asestar un golpe al enemigo, y Zelda, considerando a Urbosa como una segunda madre, no podía quedarse tranquila sin saber que estaba a salvo.
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La Mayor Aventura Jamás Contada
FanfictionLink y Zelda, dos personas que tienen un largo historial, pero solo lo saben sus almas. En la actualidad todo será diferente, mismo enemigo y diferentes compañeros. Su relación comienza con un tropiezo, pero solo el destino sabe si se resolverá. Mie...