Capítulo 7.

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— ¿Qué está haciendo aquí? —Solo eso tengo en mente, por ende, es todo lo que brota de mis labios.

Yeonjun me mira mientras traga saliva reiteradas veces y la puerta del ascensor se cierra, por lo que él se tambalea hasta encontrar soporte en la pared del corredor.

Por mi poca experiencia lidiando con borrachos, el tipo parece estar ahogado en alcohol. La forma errante en la que su cuerpo se balancea y la manera en la que sus párpados se entrecierran lo confirman. Además, toda su persona desprende un horrible olor a licor que se mezcla con su perfume costoso.

— ¿Conoces al chico de abajo? —Pregunta con la voz ronca y arrastrada, ignorando por completo mi cuestionamiento.

—Sí, es el hijo de uno de los conserjes —contesto de vuelta, y automáticamente me siento un idiota por darle detalles (que no necesita saber) sobre Jeongin —. ¿Ya me dirá qué está haciendo en mi casa?

— ¿Me lo puedes presentar? Llevaba largo tiempo sin ver un rostro tan lindo —dice, mordiéndose el labio inferior.

Ruedo los ojos.

—Usted está borracho, ¿lo sabía?

Entonces, la mano que él tenía escondida detrás de su cintura aparece, revelando el último álbum de mi rapero favorito. Siento que las puntas de mis dedos laten de la emoción. Cumplió con la promesa que jamás prometió.

—Oh... —Suelto, anonadado—. Oh...

— ¿Lo quieres? —Murmura con gracia, moviendo el obsequio.

—Sí.

— ¿Y qué me darás a cambio?

Siento que el universo entero ha decidido aminorar su apresurado andar para permitirme procesar lo que acaba de decir... Uno, dos, tres, cuatro segundos pasan y yo sigo callado. De todas formas, no consigo interpretarlo.

—Nada, por supuesto. Rechacé su dinero a cambio de eso, ¿lo recuerda? —Digo, y me cruzo de brazos. Estoy totalmente listo para discutir con el borracho de mi jefe.

— ¿No lo venderás por Internet, ne-ne-ne?

—No, Yeonjun.

— ¿Lo escucharás, ne-ne-ne?

Quiero y necesito reírme. Pero debo contenerme, porque ebrio o no, él es mi jefe; y si mañana recuerda que me reí de él en su cara, me hará la vida imposible en el trabajo.

—Sí, Yeonjun.

— ¿Y pensarás en mí cuando lo escuches?

Mi ceño se frunce automáticamente.

— ¿Por qué debería pensar en usted mientras escucho a mi amo y señor Agust D? —Reprimo; incluso formular aquello me resulta una completa locura.

—Bien. Tómalo, es tuyo.

Yeonjun me arroja el álbum y mis desesperadas manos se mueven a su rescate para atraparlo en el aire. Cuando lo tomo y veo que está autografiado, mis labios se presionan con fuerza intentando contener la amplia sonrisa y el histérico grito que anhelo expresar.

«Para Byun Beomgyu, con mucho amor.

Agust D.

P.D.: Y muchos abrazos. »

Tengo la necesidad de gritar, pero hacer eso me metería en problemas con mis vecinos.

—Esto es... súper... increíble —espeto con voz casi chillona mientras que mis mejillas duelen por la manera en la que sonrío—. Venga aquí, necesito abrazarlo.

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