Capítulo 20.

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El profundo silencio en el que se ha sumido mi hogar no es incómodo, pero está lleno de expectativa.

Estoy deseando que Yeonjun diga algo, lo que sea... Porque yo no puedo. Por más de que tengo muchas ganas de hablar y rellenar la estancia con conversación, no sé qué carajos puedo espetar sin parecer un idiota nervioso.

La expresión del hombre sentado a mi lado muestra un aspecto relajado y alegre por los recientes acontecimientos. Su teléfono del trabajo suena, pero él lo apaga sin vacilar.

Finalmente, él relame sus tentadores labios antes de hablar.

—Estuve pensando en lo que dijiste el otro día —comienza a hablar despacio, pronunciando lentamente cada palabra—, y creo que tú serías un rostro muy llamativo para la revista, particularmente en los segmentos especiales de adolescentes.

Mi ceño se frunce de forma automática y mis ojos se clavan en su rostro.

— ¿Qué? No, no. Estaba bromeando.

— ¿No te interesa? —Yeonjun me observa con genuino interés—. Mira, sé que tú estudiaste mucho para otra cosa y que vas a dejar Vogue cuando sientas que obtuviste la experiencia suficiente. Lo entiendo —asiente, con aire ufano, antes de continuar—. Pero trabajar como modelo a medio tiempo sería una ayuda extra y muy conveniente para tu bolsillo.

— ¿Lo dices en serio? —Pregunto cautelosamente y en voz baja.

Me regala una pequeña mueca arrogante y, como acto seguido, sus dedos pellizcan con suavidad mi mejilla.

—Sería el primero en comprar mi propia revista.

Me muerdo el labio para ocultar la sonrisa tonta que intenta apoderarse de mi rostro. Él es tan atractivo, carajo.

—Déjame pensarlo, ¿sí?

—De acuerdo, nene —parece satisfecho con mi respuesta—. De todas formas, no debes asustarte; no serías la portada de ningún número.

—Lo sé, lo sé —niego con la cabeza, pero no dejo de sonreír—. No soy lo suficientemente lindo.

—Disculpa, ¿qué? —El gesto descompuesto e indignado que esboza delata su disconformidad con mis palabras—. ¿Es uno de tus tantos chistes? Nene, eres el jovencito más precioso de todo el mundo.

Yeonjun se ha inclinado un poco hacia mí y cualquiera pensaría que está regañándome. Sin embargo, su cercanía consigue que mis fosas nasales detecten su riquísimo aroma y que mi pulso se acelere considerablemente.

—No es cierto —me las arreglo para contestar con la mayor tranquilidad posible.

—Soy mayor que tú, no me contradigas —refunfuña—. Ven aquí.

Veo que palmea su regazo utilizando una de sus manos y respiro profundamente. No dudo, pero me tomo mi tiempo para acomodarme sobre sus piernas.

La expresión sorprendida de Yeonjun solo me indica que él estaba esperando que yo me rehúse a su incitación.

La distancia que nos separa es mínima ahora; siento que su brazo derecho me rodea de manera protectora hasta encontrar su otro brazo y unir sus manos para afianzar el agarre. Por mi parte, rodeo su cuello con un brazo y mi mano libre se dispone a acomodar un poco los pliegues de la camisa blanca que lleva puesta.

Siento como si un millón de emociones enloquecedoras se arremolinaran en mi interior, dificultándome la tarea de pensar con claridad. En este momento, solo puedo mirarle la boca. Esos labios gruesos que posee, y que me muero por besar otra vez.

—No encontré la forma de sacarte de mi mente —el sonido de mi voz es tímido pero seguro una vez que exteriorizo mi confesión—. ¿Podrías decirme por qué no puedo dejar de pensarte?

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