Capítulo 19.

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El almuerzo familiar terminó más rápido de lo que tenía en mente.

¿La razón? Cuatro de mis primos, mi papá y mi tío mayor se emborracharon a más no poder y terminaron durmiendo una curativa siesta en la sala de mis padres.

Sin embargo, pasé un día genial junto a parte de mi familia. Estoy completamente ilusionado por la boda de papá y Youngnie, pues la idea de ver a todos los integrantes del árbol genealógico me llena de emoción. En especial a mi abuela, a quien no veo desde hace más de siete meses.

Cuando el tren lentamente comienza a arribar a la estación, Yoon se gira hacia mí.

—Gracias por acompañarme —me dice, casi en un susurro.

— ¿Segura que no quieres quedarte otra noche?

Asiente con la cabeza.

—Mañana tengo que ir al trabajo muy temprano y mi gato seguramente me extraña.

— ¿Sigue con vida esa bola de pelos horrenda?

Debido a mis palabras, recibo un golpe en el brazo por parte de Yoon. No puedo evitar reír.

De todas formas, aprovecho la cercanía para acurrucar el pequeño cuerpo de mi prima en mis brazos y, sorprendentemente, el contacto no tiene nada de incómodo. Ella no suele corresponder a mis demostraciones cariñosas porque piensa que los demás podrían sospechar algo, pero ahora, parece no molestarle mi abrazo.

—Nos vemos en la boda —me dice una vez que nos separamos.

—Quizás te visite antes —encojo mis hombros mientras que una mueca burlona tira de las comisuras de mis labios—, considerando que ahora estás soltera...

Yoon rueda los ojos con gracia.

—No te abriré la puerta.

—Me conformo con que me dejes abrir tus p...

Yoon me cubre la boca con su mano antes de que pueda finalizar mi vulgar oración.

—Idiota —susurra y, como acto seguido, se pone de puntitas con el fin de plantar un largo beso en mi mejilla.

—Tonta —le replico, mientras ella toma su maleta para hacer su camino hacia la puerta del transporte—. Oye, saluda a tu novio de mi parte... Oh, cierto, ¡no tienes!

—Saluda a tu empleo relacionado a todo lo que estudiaste durante cuatro años de mi parte... —Frunce un poco el ceño antes de exclamar con excesivo sarcasmo—: Oh, ¡cierto!, ¡no lo tienes!

Mi boca se abre con auténtica indignación mientras la veo marcharse. Me ha ganado, eso es claro.

Una vez que el tren comienza a andar por las vías hasta perderse en el horizonte, abandono la estación.

Chequeo la hora en mi teléfono y calculo mentalmente que Yeonjun debe estar a punto de llegar al aeropuerto de Estocolmo. Un instante más tarde, mi cerebro me regaña por estar pensando —otra vez— en él.

Niego con la cabeza varias veces, en un fallido intento por apartar a mi jefe de mis pensamientos.

Fijo el curso de mis pasos en dirección al edificio donde vivo, porque decido que no voy a pagar por un taxi cuando puedo usar las piernas. Para hacer más entretenida mi caminata (de aproximadamente trece calles), marco el número de Wonyoung y me llevo el teléfono a la oreja, a la espera de que la bella dama me conteste.

— ¿Compartimos una clase de telepatía o algo similar? —Es lo primero que sale de sus labios cuando atiende mi llamado—. Porque leíste mi mente, Beomie. ¡Estaba a punto de llamarte!

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