CAP 2 - AMÍLCAR DEVINE

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—No será posible hoy, querida

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—No será posible hoy, querida. —murmuro por lo bajo mientras doy una pequeña sonrisa.

—¿Por qué no? —insiste ella.

Sigo danzando con ella, por segunda vez en la noche, la tercera vez sería impropio y mis intenciones con ella no ameritan ese tipo de riesgos. Podría decir —solo por ser cortés o caballeroso— que no estoy aburrido de la dama, pero realmente lo estoy.

—Querida, en Oxford era distinto al igual que cuando asistías a nuestros eventos. Esta es la residencia de tu padre, no será tan fácil pasar desapercibido...

La señorita Jones y yo hemos sido amantes por más de un año: es la amante –esto debo admitirlo– con la que más tiempo he permanecido todo ha sido meramente satisfactorio y era simple, yo deseaba desahogar mis instintos carnales y ella estaba dispuesta y feliz de atenderme. En el pasado, ella me ha declarado sus sentimientos solo que, por mucho que lo intento no logro corresponderle. Es posible que ante toda la sociedad he estado cortejándola, sin embargo, no he dado indicios de volver el cortejo oficial ante sus padres, no he ido a visitarla ni invitado a paseos, por ende, no se puede asegurar que estamos involucrados con el otro.

La mayoría de la sociedad sabe –bajo rumores, por supuesto– que busco aventuras con algunas damas y prefiero evadir el compromiso. Diría que soy libertino por decisión propia, de manera clandestina, claro está, ya que mi reputación y de mi familia estaría por los suelos si se comprueba. Con fortuna, he tenido aventuras con mujeres que no estarían dispuestas a aceptar públicamente que han tenido amantes, así que, nos hacemos el favor mutuamente. Para ellas soy el más cotizado y desean conocer los placeres que se rumora soy capaz de proporcionar —se puede decir que soy visto como el más jugoso trofeo y que atraparme sería un orgullo femenino por "domarme y desposarme"— pero, si llegasen a tener pruebas de mis aventuras, serían las primeras en hacer de la vista gorda, juzgarme y reprocharme.

Esta incansable cruzada comenzó cuando el soquete de mi hermano contrajo matrimonio; él se encargó de afianzar la esperanza de redimir a los libertinos. El muy cretino se casó y me dejó toda la responsabilidad de suplir las necesidades femeninas de toda mujer ansiosa por desposar a uno de nosotros ¡no tuvo misericordia!

—¿Te avergüenzo? –pregunta con indignación reflejada en su rostro.

Ella me saca de mis pensamientos.

—Claro que no —contesto sin emoción— si ese fuera el caso no estaríamos bailando en este momento y muchos de nuestros encuentros no se habían dado, querida –respondo calmadamente.

—Entonces no entiendo qué diferencia hay entre estar comprometidos y estar como estamos.

«Aquí vamos de nuevo» pienso, preveo una pequeña jaqueca.

—Ya hemos hablado de esto señorita Jones. —la miro sin mostrar impaciencia.

—Lo sé.

La pieza finaliza, ella me toma del brazo y caminamos por el salón.

LO QUE NOS HICIERON DESEAR© [COMPLETA EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora