05. What if

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Los amaneceres se suceden unos a otros, avanzando los días como si no costara nada. El sol vaporoso se alza sobre el cielo despejado, iluminando con diligencia cada rincón de aquella pequeña porción de tierra olvidada por muchos.

Volkov está mucho mejor de la herida en su pierna, y gracias a Horacio ha conseguido volver a andar con autonomía, aunque todavía se resiente si es en períodos largos, y de vez en cuando el moreno le echa una mano. Si Volkov llevara la cuenta de los días que lleva ahí, sabría que ha pasado algo más de mes y medio, pero parece que no tiene noción del tiempo estando allí, como si la arena del reloj se congelara.

En este tiempo se ha llevado mucho mejor con Horacio. Le ha explicado las cosas que él ha visto en sus viajes a otros países, omitiendo, por supuesto, la parte donde se reúne con familias de la nobleza o visita sus ostentosos hogares. Le habla sobre bailes a los que ha asistido, cacerías (aunque no son del agrado de ninguno de los dos), fiestas a las que ha asistido, ropajes de distintos tipos y tradiciones que existen alrededor del mundo, por más inverosímiles que parezcan. Y Horacio ha escuchado cada palabra que ha salido de su boca con una atención inigualable, una devoción que no ha visto en nadie. Le hace preguntas de todo tipo, y él intenta satisfacer su curiosidad como puede. Ha descubierto que le gusta ser escuchado de esa forma, incluso si se pierde muchas veces en sus pensamientos y le cuesta ordenar las ideas, incluso cuando Horacio se desespera porque no va al grano con ciertas cosas.

Ha descubierto que le gusta la compañía más de lo que siempre había creído. El príncipe solitario se va desprendiendo de su corona y su armadura, y empieza a descubrirse a sí mismo de verdad, descubre en él una personalidad que desconocía, descubre, que las comisuras de sus labios pueden ascender de forma natural, es capaz de sentir una calidez en el pecho que nunca antes ha sentido.

Esa mañana, calurosa como tantas otras, Volkov sigue a Horacio fuera de la casa, después de haber desayunado junto a Charlotte, ya que ahora, la movilidad de Volkov le permite salir de la habitación a placer. Se la quiso devolver a Horacio, alegando que él podría dormir donde fuera (no era verdad, pero se sentía culpable cuanto menos), pero Horacio insistió que estaba bien, utilizaba el pequeño ático que hasta entonces solo usaban para guardar cachivaches varios, pero ahora empezaba a tener cara y ojos como una habitación más.

Al salir al exterior, el bochorno les da la bienvenida, y Volkov echa su cabello hacia atrás todo lo que puede. En este tiempo, su pelo grisáceo ha ido creciendo, y cada vez lo tiene más largo, tanto que empieza a incomodarlo, igual que su barba. Horacio le dio las herramientas para que se afeitara, pero él, amoldado a la vida de comodidades de cualquier monarca, tenía gente que lo hacía por él, confiriéndole su aspecto pulcro de siempre, por lo tanto, no se había atrevido a probar de hacerlo él mismo, y tenía cierta vergüenza a preguntarle a su amigo cuál era el método a seguir.

-¿Qué te pasa? Te has quedado ahí quieto.- Dice Horacio unos metros más adelante.- ¡Venga, que hay mucho por hacer!- Le dice con una sonrisa, y de nuevo a Volkov se le encienden las mejillas.

Frunce el ceño y niega levemente con la cabeza, avanzando, aún con cierta cojera, hasta donde se encuentra el contrario. Suele ocurrirle cuando Horacio le dedica esas sonrisas, o cuando está demasiado cerca de él. Está convencido de que son factores que no tienen relación entre sí, y más bien, lo atribuye a algún problema en el corazón.

Sea como sea, despeja la cabeza de esas ideas, y sigue a Horacio hasta la playa, donde está su barca anclada. Hoy, Horacio enseñará a Volkov a realizar varias tareas necesarias para vivir en la isla, una especie de "pago" por alojarse bajo su techo.

Se queda parado sobre la arena, mientras observa a Horacio arremangarse la camisa blanca (que ha ido perdiendo pureza a consecuencia del uso), y aparta algunos cabellos dorados y rebeldes que caen en su frente al inclinarse hacia adelante, desenredando la cuera que ata la barca a la estaca de madera, impidiendo que se vaya al compás de la deriva.

Walking the wireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora