06. Colorblind

240 18 0
                                    

Los días han ido avanzando, las olas han ido engullendo el tiempo, arrastrándolo con ellas hasta lo profundo. Han pasado un par de semanas desde que Volkov y Horacio hablaron, por primera vez, de una forma seria respecto a cómo se sentían. El peligris seguía algo distante a veces, pero porque no terminaba de entender por qué el simple hecho de estar con Horacio despertaba tantas sensaciones que no conocía, aún así, no había duda de que su relación había mejorado, y ahora podían llamar amigo el uno al otro.

Esa tarde, después de haber realizado las tareas que tenían pendientes (hacerlas entre los dos hacía que el tiempo pasara mucho más rápido), Horacio le indica a Volkov que le siga y él así lo hace.

Camina unos pocos pasos tras él, incapaz de avanzarle aún por el problema en su pierna, que empieza a creer quedará como una secuela permanente. El sol aún no se ha puesto, el amanecer aún no ha vuelto a nacer, pero el sol no brilla tanto, el cielo está calmado. Volkov se aparta el cabello de la cara, se lo ata en un peinado similar al de Horacio. Nunca había tenido el cabello tan largo, ni tan solo habría cruzado su mente, pero mentiría al decir que le desagrada.

Empieza a encontrar cierta comodidad en todo lo extraño, que a su vez no es más que vivir de una forma más natural y mucho menos articulada.

En el camino Horacio sigue hablando, divaga entre muchos pensamientos, su mente es incapaz de cesar. Desde que pueden tildar su relación como una de amistad, Horacio ha dejado en claro su soltura a la hora de manter (incluso él solo) una conversación. No se siente cohibido como antes, y deja que su mente vaya de un sitio para otro, siendo escuchado por Volkov.

El peligris no está acostumbrado a tanta cercanía con alguien, y mucho menos a conversación tan fluida. Por desgracia, no podía pasar mucho tiempo con Greco, por lo que casi siempre estaba solo o acompañado de algún tutor, que no daba mucha conversación, por miedo a decir algo mal y a perder su trabajo o incluso algo más, a pesar de que Volkov nunca habría tomado una decisión así.

Lo sigue hasta que llegan al pie de la colina, y continúan avanzando a través de la espesura verde, las copas de los árboles crean una cúpula, dejando entrever grietas de sol que crean un camino. Como en cualquier lugar de la isla se escucha el mar, los pájaros cantan por las últimas horas que quedan de día, celebrando otro ciclo solar que acaba. Escucha la voz de Horacio, explicando algo sobre cómo arregló él solo la barca que usan para pescar, el sonido de las ramas crujir bajo sus pies.

Caminan un buen rato, hasta que llegan a la cima, que se extiende hasta cortarse abruptamente, creando un acantilado. A Volkov le duele la pierna por el esfuerzo, pero se calla y sigue hasta que se paran unos metros antes del filo.

-Mira, desde aquí se ve el puerto.- Indica Horacio, y Volkov observa en la dirección que señala. Es un puerto pequeño, no tiene más que dos muelles, y la madera parece ya algo vieja.- Se llega dando un rodeo a la montaña, justo debajo está la cantina, ahora que ya estás mejor te llevaré.- Dice alegre, dirigiendo la mirada hacia él.

Volkov sonríe, pero está cansado de estar de pie, por lo que, con cuidado, se sienta en el suelo, estirando su pierna y apoyando las palmas de las manos en la hierba. Horacio le sigue, pero directamente se tumba, colocando ambas manos tras la cabeza, y observa las nubes viajar a través del cielo que empieza a cambiar de color.

-Es un sitio muy bonito... ¿Vienes mucho aquí?- Pregunta Volkov, el mar se extiende ante él como un manto infinito, haciendo ecos de la luz.

-Sí... Es un poco como... Mi lugar especial ¿Sabes? No mucha gente viene por aquí, me gusta venir aquí a estar solo.

Escuchan un sonido a su espalda, y antes de darse cuenta, Gus ha aparecido, atraído por los sonidos de sus voces, y no tarda nada en saludar a Horacio.

Walking the wireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora