12: Pequeño niño

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El lago de los cisnes (Op.20 acto II: 10 scene (Moderato))
No hay necesidad de apresurarse
No hay necesidad de brillar
No es necesario ser nadie más que uno mismo.
-Virginia Woolf

Era mi primer día en el conservatorio de ciudad Gotica, me desperté un par de minutos antes de que sonara el despertador del teléfono, pero no me molesto perder esos valiosos segundos, entre al baño y tome una ducha rápida para refrescarme, salí y me puse la ropa que ya había dejado lista la noche anterior, un delicado vestido blanco de tirantes, con detalles de encaje, un suéter de lana tejida verde musgo, mis típicos Converse negro con blanco, y un delicado collar de plata, como era un día especial decidí arreglar mi cabello ondulandolo un poco, dejando que un par de mechones calleran por mi cara, me maquille un poco, tome mi mochila, mi estuche y salí de la habitación.

Cuando entre a la cocina Bruce y Damián ya estaban desayunando, mientras Alfred terminaba de preparar lo que parecían huevos revueltos con espinacas, mi amigo me extendio un plato con la comida, a lo que yo lo recibí con una sonrisa de agradecimiento, tome un pan tostado, le unte queso crema y empeze a comer.

Cuando ya estuve lista, Alfred y Bruce me desearon buena suerte en mi primer día, a lo que Damián solamente se quedó callado y se dispuso a terminar su desayuno, subí a mi auto, y me puse en marcha, el conservatorio quedaba al otro lado de la ciudad, tomando en cuenta que la mansión quedaba a las afueras de esta, llegaba a hacer una hora de camino, contando que el embotellamiento habitual suele hacer por las mañanas.

Luego de un largo transcurso y mi termo de café ya vacío, llegué a el tan dichoso edificio, estacione en la zona de alumnos y entre, tome las indicaciones que conseguí por la plataforma de las instalaciones, llegue a el lugar que me señalaba, aula 206 instrumentos de cuerdas, profesor(a): Miranda Kozlov, verifique la información, y como parecía correcta, entre.

Varios de igual manera ya estaban esperando dentro, las sillas estaban acomodadas en una perfecta media luna de tres hileras, veinte sillas en total, tome asiento en el lugar con mi nombre, la tercera de la segunda fila, deje mi mochila en el suelo, junto a mi estuche por un lado, no tardó mucho en dar la hora y varios de los demás compañeros entraron.

Cuando ya todos tomaron su lugar entro lo que parecia ser la profesora, se sentó en el asiento frente a todos, y se presentó.

—Buenos días alumnos, soy la profesora Kozlov, licenciada en Violonchello con una maestría en Producción Musical, en este caso les enseñaré el arte de una orquesta de cuerdas, pero para su desgracia, empezaremos con lo teórico y posteriormente si tienen suerte, practicaremos un poco.

Tomo un gran respiro y siguió hablando, pude notar que a pesar de que su acento sea casi perfecto, en un par de palabras, las entonaciones típicas del ruso se le escapaban.

— Como es costumbre del primer día, ¿Por qué no se presentan?, díganme su nombre, edad, su instrumento, ¿Por qué lo tocan? y ¿Qué los motiva?.

La profesora se veía relajada, tal vez cansada, no era una mujer joven, tal vez tenía unos sesenta y cinco años, su cabello corto lleno de canas lo daba a relucir, era delgada, su cara estaba llena de arrugas y tenía unas profundas ojeras, lo cual provocaban que sus ojos se hundieran, vestía pulcramente con un pantalón de satín negro, una camisa blanca rematada y un delicado collar de perlas.

Llego mi turno de presentarme, tome un gran trozo de aire y hable —Mi nombre es Astrid Meredith Wayne, tengo dieciocho años, toco el violín desde los diez, empeze a tocarlo por que escuché una pieza de Paganini cuando era niña, su manera de transmitir el menzaje a través de la música y más aún del violín me atrajo,  me atrapo por completo, el tocar me motiva, por que este fue el que me ayudó a descubrirme durante mi infancia.

Still With You ||  Dick Grayson ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora