Parte 1

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Desperezándose de a poco, Will trató de levantarse de la cama, sin embargo, el hombre que lo sostenía desde atrás, lo mantuvo en su sitio apretándolo más fuerte contra su pecho. Will no pudo evitar que una risa brotara de su garganta. Se abrazó a los brazos de su amante y vio las marcas en sus propias extremidades. Esa noche había sido particularmente más intenso y agresivo. Lo mordió en lugares que tendría que cubrir en la siguiente semana, o tenía que dar muchas explicaciones y honestamente no tenía ganas. Lejos de sentirse perturbado por las mordidas, sintió que el dolor había intensificado el placer que el hombre le había dado. Acostumbrado estaba a esta clase de cariño que recibía, pero morderlo en la muñeca había sido excesivo y sin embargo esa fue la causa de que llegara al orgasmo más rápido.

-Hanni, tengo que levantarme y tú también.

Un gruñido fue lo único que obtuvo por respuesta. Will podía sentir al hombre endurecerse y apretarse contra sus nalgas. Soltó un gemido sin querer y eso fue suficiente para Hannibal. La invasión fue lenta y fácil. El semen aún dentro de Will facilitó la penetración y Will se olvidó de sus deberes del día, como siempre le pasaba estando con él.

La mano grande de Hannibal buscó su pene erecto y lo masajeó con delicadeza, mientras las embestidas eran duras y certeras. Sabía que esa era una señal de que quería hacerlo acabar de forma atropellada. El líquido caliente inundó sus entrañas y el de él, mojó la sábana encima de sus cuerpos. Afortunadamente, esta vez Hannibal se abstuvo de morderlo.

-Buenos días- ronroneó Hannibal en su oído, enviando estremecimientos por toda su columna.

-Muy buenos- respondió apenas, con la nube de placer todavía aturdiéndolo.

-Espero que lo de anoche sirva para que recuerdes a quien le perteneces, Will.

No sabiendo si sentirse divertido u ofendido por la declaración de propiedad, se levantó despacio, desenredándose de la calidez de Hannibal y se sentó a mirarlo.

-Te amo, Hannibal- no mentía. Nunca mentiría. Hannibal lo hacía sentirse él mismo, lo hacía volar, lo hacía sentir que todo podía lograr y, sobre todo, se sentía libre a su lado.

-Dile eso a tus padres- el tono serio auguraba que, incluso después de la follada, estaba a punto de enojarse, aunque con él rara vez se enojaba. Se enojaba con la situación.

-El apellido Graham manchado por el hijo pródigo que se fue con el criminal y no con el hombre que le proveerá de todo lo que puede necesitar- miró los dedos de Hannibal acariciar el vello de sus piernas. Dedos largos, experimentados y, sin mentir, que podían asesinar en un pestañeo.

Hannibal se incorporó y lo besó suave.

-Yo también puedo hacer eso-susurró sobre sus labios.

-Seguro lo harías.

-Will... -Hannibal titubeó. El mencionado levantó las cejas, instándolo a seguir. Hannibal no titubeaba, pero con Will hacía todo aquello que lo hacía vulnerable y Will atesoraba esos momentos-. Son dos años de estar así. Viéndonos a escondidas, tú mintiendo sobre dónde estás, despidiéndonos por las mañanas y aferrándonos al día imposible donde puedas liberarte del yugo familiar. Y ahora lo poco que hemos construido peligra por un matrimonio arreglado. Quiero preguntarte... ¿por qué no has siquiera mencionado la oportunidad de escaparnos?

Will sabía que esa platica no iba a postergarse más. La había evitado conscientemente, porque las posibilidades de escaparse eran muchas y las posibilidades de que los descubrieran en su huida eran mucho mayores. No era sincero respecto a su familia porque consideraba que Hannibal no tenía por qué saber que su padre era peligroso. Pero si lo ponía en perspectiva, él no sabía que tan peligroso era Hannibal. Aunque siempre platicaban sobre lo que el hombre hacía, ¿realmente conocía la oscuridad detrás de Hannibal Lecter? Guardando el pensamiento en lo más profundo y retorcido de su mente, volvió a besar a Hannibal y le sonrió con tristeza.

Eat the Meat and Fuck, DarlingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora