–¿Por qué piensa que no ordenaré que le corten la cabeza?
–¿Sería usted capaz? ¿Ahora? ¿Tras tantos días?
–¡Solo porque no lo haya hecho no significa que no lo haré en cualquier momento! –protestó, indignado. La pequeña guerrera sonrió, aun oculta en las sombras–. ¿Y dónde está de todos modos? ¿Por qué ha vuelto? ¿Tiene más ganas de reír? ¿Curiosidad? ¿Quién la envía? ¿Por qué...?
–Majestad –lo interrumpió, aún a riesgo de incurrir en su ira–. He vuelto porque... bueno, no me hacía a la idea de que estuviera solo.
–¡No estoy solo!
–¿No?
–Quise decir que no me siento solo. Estoy solo, pero eso no es malo.
–Nunca dije que lo fuera.
–¡Pero lo implicó!
–¿Una simple muchacha como yo? No me atrevería.
–Y ahora se burla –el joven príncipe estaba frente a ella. Se había guiado por su voz–. ¿Qué es lo que espera obtener?
–¿Obtener?
–Al volver. Debe haber algo que pretenda.
–Ah. Bueno hay algo.
–Asumí que así fuera. ¿Qué quiere?
–Retarlo.
–¿Qué ha dicho? –él pensó que no había entendido. Ella sonrió ampliamente.
–No se preocupe, no es un duelo –aclaró, apoyada casualmente en su espada–. En realidad, se trata de curiosidad.
–¿Curiosidad?
–Sí. ¿Puede bajar al jardín? –y señaló con la mano a la dirección en que se encontraba el jardín al que se refería.
–¿Qué?
–¿No puede?
–¡Cómo se atreve!
–Oh, imaginaba que no podría hacerlo –negó lentamente.
–¡Por supuesto que puedo! ¡Soy un príncipe! ¿Acaso hay algo que no pueda hacer? ¡Por supuesto que puedo! –repitió.
–Ya decía yo que eso era así –su sonrisa no dejó de ser brillante–. Dado que ha aceptado el reto, ¿cuándo cumplirá su palabra, majestad?
–Lo dice como si eso fuera algo malo.
–¿Malo?
–Sí, el tono de su voz... "bueno, lo recuerdo todo" –Gabrielle repitió, pensativa–. ¿No es bueno recordar?
–Supongo que sí. Depende del tipo de memorias. A veces quisiera que fuera selectivo, pero no lo es. Lo recuerdo todo.
–Todo.
–Bien, quizá no todo –Connor miró al cielo nublado–. No recuerdo en absoluto a mi madre –soltó, sin saber por qué. Carraspeó y trató de aligerar el tono– lo que no es extraño dado que murió por complicaciones durante el parto.
–Oh –Gabrielle sin meditarlo, alargó su mano y tomó la de Connor que estaba apoyada en la mesa. Él la miró, como si esperara que soltara una retahíla de palabras de consuelo. Todas inútiles, ella lo sabía. También lo había sentido.
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Érase una vez... una tarde de lluvia y café
RomansaHistoria corta relacionada con la Saga familiar de los Sforza. Protagonistas: Connor Sforza y Gabrielle Lemarchal