capítulo 6: El torpe príncipe

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Eternidad

capítulo 6: El torpe príncipe.

Pero la inocencia siempre puede perturbarse. El niño más dulce, el más inocente siempre puede caer en el egoísmo, aun cuando sabe que eso está mal.

Un ejemplo de ello es algo que sucedió hace muchos años atrás, en una época no muy diferente pero sí enterrada en la nieve del tiempo. Las memorias de la infancia pueden marcar la diferencia de ser alguien bueno o malo al crecer. Hay dolores que duran para siempre, que acechan a la persona adulta que antes fue un niño inocente.

Esta es una de esas historias, de un par de niños que perdieron parte de su inocencia al conocer el mundo cruel y egoísta.

Era de noche, en los jardines de un castillo; un grupo de niños salieron, no con muy buenas intenciones. Tres de ellos llevaban la edad de trece, doce y diez años, siguiéndolos de cerca iba otro niño de tan sólo siete años de edad, era un pequeño inocente y asustado. Mas no eran sólo esos cuatro niños, los tres mayores llevaban arrastrando a un pequeño que no paraba de llorar y suplicar; era un niño demasiado pequeño.

-¡Por favor!- suplicaba el pequeñito-. ¡No lo vuelvo a hacer! ¡por favor, déjenme en paz!- lloraba mientras los mayores lo tiraban al suelo.

-¡Cállate, idiota!- gritó el de trece años.

-¡Voy a decirle a mamá!

-¡Ella no va a ayudarte esta vez, y si le llegas a decir te va a ir muy mal!- dijo el de doce.

-¡Anders!- gritó el niño de diez años al niñito de siete-. ¡Cuida que nadie nos siga!- ordenó al pequeño.

El pequeño niño Anders miró a todas direcciones pero nadie los había seguido, después fijó su vista a los niños mayores que arrastraban al pequeño de sólo seis años hacia el sótano de una pequeña cabaña deshabitada y lo encerraban ahí. Anders tembló un poco al imaginarse la oscuridad de ese lugar.

-¡Déjenme salir!- gritó el niñito de seis años, llorando demasiado-. ¡Por favor, tengo miedo! ¡mamá!

-¡Cállate ya!- gritó el mayor de los niños mientras terminaba de cerrar la puerta-. ¡Eso te pasa por tocar mis juguetes! ¡aprende dónde está tu lugar, inútil!

-¡Mamá!- seguía gritando el niño, golpeando con toda la fuerza que podía a la puerta, pero no la podría abrir.

-Entiende bien esto, inútil.- comenzó a decir el de diez años-. Tú eres un error, tú no debiste haber nacido, tú crecerás para ser un sirviente que alimentará a los puercos.

-Ja, ja. Sí, seguramente eso será, no podrá ser nada más.- dijo el de doce años.

Se escuchó al niñito de seis años llorar dentro del sótano, el pobre niño no veía casi nada en esa inmensa oscuridad, en ese lugar rodeado de polvo y telarañas, en ese frío terrible que no le permitía dejar de temblar.

-Pero no estará sólo ahí dentro.- dijo el mayor.

-¿Realmente lo conseguiste?- preguntó, curioso, el de doce años.

-Sí, no fue fácil que los sirvientes no la encontraran.- el niño mayor sacó de su bolsa una serpiente viva que se retorcía al tratar de liberarse.

-¡¿Qué haces con eso?!- gritó el niño de siete años llamado Anders, que estaba completamente aterrado al ver esto.

-No te preocupes, tonto, no es venenosa.- dijo el de doce.

-Pero el tonto de ahí dentro no lo sabe.- se burló el mayor, señalando la puerta del sótano.

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