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—Estuviste increíble —Avan está terminando de vestirse cuando llego al camerino, con un ramo de rosas blancas y una sonrisa.

—Nadie nunca se había preocupado tanto por mi —dramatiza haciéndome reír —. Claro que estuve fantástico, mírame.

—Egocéntrico del demonio.

—No puede ser, ¡viniste! —mi mejor amigo se abraza a Elizabeth, que le corresponde con calma y se queda mirándome por un momento.

—Hola —intento mantenerme serena, ella parece estar confundida al no escuchar respuesta.

—Avan, ¿te parece vernos en casa, después? —¿qué acabo de decir?

—Sí, claro, ¿trajiste tu auto? —me mira preocupado, yo niego.

—Puedo llevarte, si quieres —se ofrece Elizabeth, con una sonrisa serena.

—No —su ceño se frunce casi inmediatamente —. N-no te preocupes... Yo ehm... Debo ir a organizar unas cosas del trabajo.

—¿Trabajo? —inquiere, levantando una ceja. Asiento —Bien, entonces te veré luego.

Salgo del lugar con el corazón latiéndome a todo lo que puede latir, ¿puede darme un paro cardiaco ahora mismo, eso es posible?

Me abrazo a mi abrigo, intentando no llorar por todo lo que me lastima ahora mismo.

Un hombre de estatura baja se planta a mi lado, parece triste.

—¿Estás bien? —susurra mirando a la nada, como si no hablara conmigo.

—Es... Complicado.

—También perdiste al amor de tu vida por una boda.

—¿Qué es, un adivino?

Ríe.

—No, soy un hombre que acaba de dejar a su novia en el altar... Él es el amor de mi vida —está señalando con su dedo índice.

Al otro lado de la calle, otro hombre, con la cabeza gacha, los hombros caídos y un rostro apático, casi derrotado.... Por el que éste, que está a mi lado, ilusionado completamente, está sonriendo.

—Él...

—Él estuvo durante toda la ceremonia, nunca se fue, celebró conmigo por una o dos horas.

—¿Y...?

—Me di cuenta, cuando el sacerdote me lo preguntó, de que aunque amo a Gabriella, no la amo como pensé que lo hacía... Pero Ethan... Él es el amor de mi vida.

Entonces veo cómo Ethan alza su mirada, y los ojos de ambos se encuentran, de repente él sonríe, y ambos sonríen; Ethan parece petrificarse en su sitio, como si creyera que todo lo que ve es un sueño. El hombre sin nombre está sonriendo, y cruza la calle para poder besarlo, con su traje, vestido de novio y las gotas de lluvia comenzando a caer sobre ambos.

Subo mi mano para poder tomar un taxi.

—Qué lindo —sonrío, como si eso fuese a pasarme en algún momento.

Los semáforos van iluminando el camino, acompañados de las enormes luces de la calle... yo solo veo las gotas de lluvia caer por la ventana, uniéndose unas con otras, hasta desparecer en una pequeña cascada.

—Señorita —la voz del taxista me despierta del trance —¿A dónde vamos?

Le doy la dirección casi mecánicamente, el se limita a asentir.

No sé cómo, pero de repente ella se veía feliz, como si hubiera encontrado su plenitud.

Me duele, pero está bien por mí si ella está bien. Se lo dije, que ella iba a sanarse y que yo lo intentaría.

PIECES OF USDonde viven las historias. Descúbrelo ahora