{3} El niño de ojos tan oscuros como la noche

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Beatrice y Taran apenas tenían siete años, no sabían lo que era un hogar, lo que era el verdadero amor, lo que era no vivir en la sombra de sus padres... lo que era ser ellos mismos. Solo conocían una realidad, las mentiras que sus padres les contaban, las reglas que les enseñaron a odiar.

Bea había escuchado millones de historias de amor. Su sirvienta se las contaba cada noche, cada día. Siempre creyó que algún día encontraría el amor. Siempre lo imaginó. Cada noche miraba las estrellas que se asomaban por su ventana y rogaba, con todas sus fuerzas, encontrar al amor de su vida.

—¿Nunca has escuchado una historia de amor? —le dijo a Taran una de esas incontables noches en las que se encontraban. Solo la luna y las estrellas eran testigos de ese momento en que sus almas se conectaban y danzaban en perfecta sincronía.

—Lamento decepcionarte, Princesa Beatrice, pero no lo he hecho. Mis padres jamás me lo permitirían.

—Ya te he dicho que dejes de llamarme así, príncipe de estrellas. Princesa Beatrice me hace sentir vieja. Como mi madre. No quiero parecerme a ella.

El niño de ojos tan oscuros como la noche y cabello tan dorado como el trigo, sonrió. Parecía hacerlo demasiado al lado de la pequeña Bea. Pero eso jamás se lo diría. La noche ocultaba casi todas sus sonrisas, pero estaban ahí.

Físicamente no se parecían en nada. Bea tenía los ojos azules, tan azules como el hielo, y el cabello pelirrojo, como el fuego.

Sin embargo, eso nunca los detuvo de verse... y eventualmente de amarse.

Una historia de Fuego y EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora