Para todo mundo Monkey D Luffy era el ser más inocente de la historia... quien hubiera imaginado que tendría más de un fetiche que su pareja complacía con mucho gusto.
En una habitación oscura se escuchaban gemidos ahogados.
-Que pensarían tus hermanos de verte así?- pregunto Katakuri viendo como el menor chupaba su miembro mientras aumentaba el nivel del vibrador.
Luffy solo gimió cuando sintió las vibraciones en su interior, deseaba poder tocarse, pero tenía sus manos atadas a su espalda y un anillo en su pene que le impedía librarse.
-Responde cuando te hablo- se burló el pelimagneta tirando del cabello del menor.
-P-Por f-favor, déjame... déjame correrme- pidió el menor con los ojos cristalizados de placer.
-Porque debería complacerte?- pregunto Katakuri tensando más las cuerdas que retenian al menor.
-Por favor- gimió Luffy al sentir las cuerdas cortar la circulación de su sangre.
-Como se piden la cosas?- pregunto Katakuri con superioridad.
-P-Por favor amo... te... te lo suplico- gimió Luffy.
-Creo que no te lo mereces- se burló del sufrimiento el mayor.
-N-No... d-dejame... por favor- Luffy se retorcía entre las cuerdas, amaba cuando jugaba así con su pareja, pero odiaba que el mayor fuera tan sádico como para Negarse llegar al clímax.
-Mira la hora, las clases darán inicio en pocos minutos, si logras aguantar hasta que vuelva te premiare- dijo con una sonrisa el mayor.
-No, no lo hagas... ghaa... Katakuri no te atrevas- Luffy estaba alarmado, las clases de su novio duraban dos malditas horas, no iba a soportar todo ese tiempo.
-Se que puedes, ya lo hemos hecho antes, tu te quedas aquí disfrutando y yo me aburro en las clases- dijo Katakuri Guardando el control remoto de los vibradores.
-No lo hagas- suplico Luffy tratando de sacar las cuerdas.
-Regresaré pronto- se despidió Katakuri besando al pelinegro.
Luff solo gemia cuando los vibradores cambiaban de niveles, Katakuri solo usar tres cuando se iba a clases, pero el maldito habia decidido usar seis el día de hoy.
Durante tres malditas horas había estado sufriendo la contante vibración de los juguetes que habían elegido para ese día y cuando su amado Mochi regreso no era más que una masa temblorosa de jadeos, gemidos y súplicas.
