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Part II

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Part II

Sus dedos concluyeron con su camino conociendo mi templo al clavarse alrededor de mi cuello. La respiración me falló y a pesar de que apretaba con una fuerza que dañó mi piel, poco me importó; solo terminó calentándome más, era como si hubiese accionado el botón correcto para que la lascivia concluyera por apoderarse de mí.

Me sentía como borracha, con la mente y la visión nubladas, con el corazón al borde del colapso y como si en lugar de sangre tuviese solo adrenalina en las venas. Sus dientes mordisquearon mi mandíbula y su lengua lamió cada tramito de mi lienzo que me puso a chillar desaforada, retorciéndome de puro placer.

—Te has portado muy bien estos días, ¿no es cierto? —Ronroneó contra mi carne sensible. Asentí, sin habla, con la lengua adormecida, mareada y deseosa de que dejase de torturarme así. ¡Lo quería dentro de mí ya!— ¿qué tan mojada estás, preciosa?

—M-mucho, mucho —alcancé a responder temblorosa.

Este hombre era, mi entera perdición.

O quizá mi salvación.

Que su otra mano bajase por el medio de nuestros cuerpos para comprobarlo por sí mismo me atontó. Algo se colocó alerta dentro de mí cuando su dedo medio e índice se colaron por debajo de mis bragas, rozándome el monte de Venus para alcanzar el comienzo de mi sexo. Ahogué un jadeo, temblando cuando sus besos suaves alrededor de mi pezón endurecido acompasaron aquel toque sórdido. Dejó caer su peso y me dejó atrapada bajo de él, sin dejarme moverme mucho. No supe dónde colocar las manos, demasiado tonta y embrujada con cada uno de esos actos que cometía generándome tanto goce.

Un nuevo grito escapó de mi boca cuando sus dígitos encontraron mi clítoris inflamado. Lo acarició con cuidado por los costados, sabiendo bien la forma de tocarme, de presionar. Mi coño palpitó con brio y solo pude sentirme chorreando, sacudiéndome incontrolable ante las succiones delicadas de su boca contra la corona de mi seno, chupando con un gusto que me atolondró. Parecía estar tan a gusto. Esa expresión de lujuria y de amenaza que sus orbes tenían al mirarme mientras me probaba fue tan cruel, yo sentía que me moría mientras él lo disfrutaba con creces el torturarme así.

—¡Ah, sí, sí, papi! —Solté inapropiada cuando uno de sus dedos ingresó en mi sexo.

Resbaló con tanta facilidad que le robó el aliento; un rico gemido le brotó de la boca que envió una vibración enriquecedora en mi pecho; aquello me hizo contraer las paredes de mi vagina, que fue profranada con su largo dígito. Lo movió con lentitud dentro y fuera de mí; su muñeca rozaba en mi clítoris, el cual se encargó de consentir presionando con cuidado. Bien podría volverme adicta a esa maestría que tenía para poseerme, a sus autoritarias caricias, a sus roces ímpudicos.

Su risa egolatra me encantaba; que me tratase así me atraía tanto que podría hacer lo que fuera solo para que lo siguiera haciendo. Cuando pasó a mi otro pecho, bajó su mano apretando mi cuello hasta mi otro seno, el cual masajeó al mismo compás en que insertó un segundo dedo dentro de mi coño, robándome un lánguido gemido.

𝗽𝗹𝗮𝘆𝗴𝗿𝗼𝘂𝗻𝗱 || Cho Sang-WooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora